Como sociedad nos apartamos unos de otros en lugar de entender que nos urge buscar esa conciliación sin la cual seguimos siendo un país de dinosaurios que genera pobreza, división, abandono, violencia, corrupción y mucha migración.

¿Se imagina el lector que clase de sociedad hemos desarrollado? Solo tenemos que pensar en nuestros compatriotas que deciden salir a pie hacia el norte, usar la ruleta del “tren de la muerte”, aguantar a los delincuentes Coyotes, a las aprovechadas autoridades mexicanas, los muchos racistas gringos, el cruce de ríos, desiertos y las milicias privadas que quieren cazarlos como venados porque todo eso es mejor que quedarse y buscar opción en Guatemala.

Pero no aprendemos. Ahora, estamos ante el tema del derecho indígena del cual dicen que genera dos países, lo que dominó el debate cuando lo lógico era que con la misma pasión se hablara de los vicios del sistema que aseguran impunidad y la falta de oportunidades. Lo que realmente divide es que sean tan distintamente incluidos unos y abandonados los otros.

Hasta peleamos por la lucha contra la corrupción. Un tema en el que todos deberíamos estar de acuerdo polariza entre aquellos que han notado que el país tiene que empezar a hacer las cosas de la manera correcta para generar, y luego aprovechar lícitamente las oportunidades que se producen, versus los que dependen de que se mantenga el desmadre, las malas prácticas y el monopolio de los beneficios para seguir cosechando riqueza.

Pero lo peor de todo es que cuando se quiere discutir sobre las grandes necesidades de quienes viven con tanta pobreza en el país, nadie quiere escuchar. Cuando los más necesitados suben el tono de sus demandas, se les dice comunistas, delincuentes y demás, pero se guarda silencio cuando ciertos sectores empujan, y en serio, por obtener groseros beneficios fiscales.

Claro que el país tiene que mantener un orden para evitar que el caos de protestas y demás nos consuma. Pero también sería adecuado, y es más importante, que nos sentemos a escuchar más y a reconocer que hay necesidades que se tienen que atender para evitar que los métodos de protesta tengan que llegar hasta esos niveles.

A Guatemala le urge la conciliación. Pero lo más importante es que nos urge determinar con qué ser intolerantes. Tenemos que ser radicalmente intolerantes a la corrupción, la pobreza y la generación de divisiones sociales y raciales. Nos urge entender que el país ha sufrido por malas decisiones de todos lados, y que ni un sector es tan malo, ni ningún otro es tan bueno.

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