Oscar Clemente Marroquín
ocmarroq@lahora.com.gt

La Sociedad Interamericana de Prensa es un club de empresarios de los medios de comunicación que actúa con energía y vigor para condenar los abusos cometidos por gobiernos populistas contra la libertad de expresión, y ha recorrido el continente americano prodigando severos comunicados que detallan cualquier forma de agresión de esos regímenes con ideología contraria a la de los empresarios. Pero me ha llamado muchísimo la atención que fuera de un tibio comentario del Presidente de la comisión de libertad de prensa de la SIP, se nota una falta absoluta de respuesta a la más grosera agresión que se han dado en contra de los medios de comunicación en los Estados Unidos, en donde el Presidente Donald Trump no sólo los ha llamado fabricantes de noticias falsas, sino que, además, dice que son los verdaderos enemigos del pueblo norteamericano.

A lo largo de su historia Estados Unidos ha intervenido en muchísimos países del mundo y siempre ha argumentado que sus acciones son para promover la democracia y las libertades que ellos consagran y respetan. Entre ellas está, desde luego, la libertad de prensa que consistentemente se ha señalado como un pilar del ejercicio democrático porque sin acceso a la información no puede esperarse que los pueblos tomen decisiones políticas adecuadas. Más que eso, en Estados Unidos como en el resto del mundo, la prensa puede ser molesta para los poderosos, pero se ha entendido que tiene un papel predominante en cualquier sistema que requiere de pesos y contrapesos y de control en el ejercicio del poder.

Cuando uno ha leído los comunicados recientes de la Sociedad Interamericana de Prensa contra los gobiernos de Venezuela y Ecuador, para citar dos ejemplos no sólo concretos sino persistentes, se da cuenta de la vigorosa condena que hay no sólo cuando se produce una acción directa que afecta la libre expresión, sino para referirse al tono que usan los gobernantes de esos países para referirse a la prensa. Si se tratara de una lucha objetiva y sincera por la defensa de la libertad de expresión tendría que escucharse, por lo menos, idéntica condena al comportamiento que ahora muestra la Casa Blanca con el Presidente a la cabeza, pero contando con la cooperación de todo un coro de asesores que se dedican a tiempo completo a atacar las informaciones que cuestionan la validez de las expresiones presidenciales y su apego a la verdad.

El totalitarismo tiene como punto de partida precisamente lo que la SIP ha criticado en países como Venezuela y Cuba, es decir, la supresión de la libertad de expresión. En Rusia no existe una prensa independiente que permita al pueblo juzgar con información balanceada el papel de Putin y acaso es lo que pretende la administración de Trump al volcar todos sus empeños en desprestigiar a los medios. Algo así como lo que quiso hacer aquí Morales cuando dijo que se le criticaba porque él había acabado con la fafa.

La necesidad de libre y completa información es esencial para la democracia y preocupa que el país que presume de ser modelo en el mundo de respeto a los derechos, esté encaminado a combatir a la prensa. Y, peor aún, sin que la SIP orqueste una de sus campañas tradicionales.

Artículo anteriorPor la memoria de dos mártires de la libertad
Artículo siguientePolarizadores