Sin querer quitarle ni un poco de responsabilidad a Roxana Baldetti ni a Mauricio López Bonilla por los asuntos sobre los que son acusados tanto localmente como desde Estados Unidos, sí queremos ser claros en comentar que es consecuencia de un sistema que está diseñado para que quien llegue bajo las condiciones actuales, sea un operador de la corrupción y el crimen organizado.

¿Alguien cree que Álvaro Colom no recibió apoyos del crimen organizado? ¿Cree alguien que él, la señora Torres y su Gabinete no fueron operadores de la corrupción? Lo mismo se puede preguntar de Jimmy Morales, Berger, Portillo, Arzú, etc.

El sistema político de Guatemala premia a quien puede “comprar” la elección con gastos de campaña que terminan siendo ridículos para un país con las necesidades que tenemos en el nuestro y condiciona a los políticos a deberle el alma al puro diablo, a aliarse con los donantes, sabiendo que están empeñando toda su capacidad de tomar las decisiones necesarias para la transformación del país.

Cuando empezó el caso contra Alfonso Portillo, dijimos que con él no empezó la corrupción ni terminaría con él. Lo mismo queremos plantear en esta situación ya que pareciera que todos quisieran que solo a los del gobierno del Partido Patriota se condenara.

El ministro de Finanzas de Colom, Fuentes Knight, estaría en la cárcel si fuera del Patriota, por ejemplo. Si algún día sale el caso de Transurbano, veremos qué tan fuerte viene la justicia ya que mucho ayudaría demostrar que alcanza a todos, incluyendo a los que se consideran “amigos” de los grupos de supuesta izquierda. Con eso, se terminaría con los señalamientos de una justicia protectora de esa ideología.

Por ese sistema es que terminamos también con ese Congreso repleto de mercaderes en lugar de representantes de los distritos. Es por ese sistema que necesitan gozar de un antejuicio como primera cerca protectora y por ello nunca podría ser aprobada en el pleno una reforma formal al sistema de financiamiento de partidos políticos.

En resumen, somos víctimas de un sistema que está diseñado para que siempre los mismos terminen ganando y con las mismas mañas nos gobiernen. Pero también somos absolutamente responsables de no tomar la iniciativa para obligar a quienes administran el poder para que se transformen las condiciones para hacer política y ejercer el poder.

Igual que con el caso Portillo, queremos decir que ni con López Bonilla ni con Roxana Baldetti se termina el mal uso del poder. Requiere mucho más de parte de la sociedad para que cambien las condiciones.

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