Sandra Xinico Batz

Tenemos el concepto de que el Estado nos da servicios «gratuitos» como la educación, la salud, los caminos, por ejemplo. Recibir un trato digno en los hospitales nacionales o en el IGSS es realmente un golpe de suerte (y creo que la suerte no existe). Impera el «que se aguanten si quieren, total no pagan, es gratis».

Se puede estar tan grave hoy que de todas formas la cita para algún análisis (que determine nuestra enfermedad), cubierto por la seguridad social, será programada para dentro de seis meses (como mínimo). Y esto sólo será posible si como trabajador se tiene el «derecho» del IGSS, institución que se mantiene de lo que mensualmente sus afiliados aportan. Mes a mes, año con año, sin falta, se ha descontado esta tarifa a cientos de trabajadores. ¿Qué parte de este servicio es realmente gratuito?

Las escuelas funcionan como pueden, sin paredes, techos, equipos. La refacción y los útiles escolares llegan meses después de iniciado el ciclo. Cientos de niños y niñas aún caminan diariamente kilómetros y kilómetros para poder ir a estudiar. Las carreteras hasta ahora siguen siendo para las empresas y no para la gente. «¿Quiere caminos? Entonces acepte la hidroeléctrica», que aunque se construya a su lado, usted no verá la luz en su casa jamás.

Día a día, mes a mes, pagamos impuestos. Todos lo hacemos de diferentes formas. Quizá muchos no directamente a través de facturas o de descuentos a sus salarios, pero lo hacemos al comprar azúcar, café y otros. Con nuestro trabajo, con nuestros impuestos, sostenemos los servicios que el Estado pasa por «gratuitos» y además mantenemos los salarios (altos) de quienes deberían administrar y velar porque el sistema funcione para quienes lo mantenemos.

Los hemos mantenido tan bien que los altos funcionarios del Estado ya no están obligados o necesitados a utilizar los servicios que ellos mismos administran. Pagan colegios privados para sus hijos donde se llega en helicóptero, si se enferman tienen médicos de cabecera o clínicas exclusivas donde se les atiende en cualquier momento. ¿Qué van a saber del mal estado de las carreteras del país si se movilizan en avión o helicóptero?

El Estado como está, es un botín muy funcional para mantener este sistema de pobreza, desigualdad y exclusión. Le hemos dado tanto poder que creemos ingenuamente que es una institución desgastada cuando en realidad hace muy buen trabajo en cuanto a mantener al límite (de la precariedad) los servicios que brinda y así justificar la privatización. ¿Quién no quiere acceder a un buen servicio de salud y no morir en el intento, aunque para ello tenga que pagar?

Si el Estado estuviese realmente en la quiebra (económica y de poder) no veríamos funcionarios suicidándose o peleándose a muerte. Tampoco se invertiría en campañas millonarias por puro amor al arte. ¿Cuánto tiempo más estaremos los pueblos dispuestos a sostener esta mina de poder económico y político?

Nada en este sistema es gratis y afortunadamente el sistema no es inmortal y se puede cambiar.

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