Oscar Clemente Marroquín
ocmarroq@lahora.com.gt

Personas que conocen intimidades del Congreso me comentan que en las reuniones entre diputados y la llamada mesa técnica de la reforma al sector justicia, los primeros detectaron un sentimiento derrotista de los promotores de los cambios constitucionales y que eso les permitió ser más demandantes para mediatizarlos pero que, lo más importante, los vieron tan temerosos que ahora dicen que es el momento de ir con todo. Algo así como recurrir a la “opción nuclear” que Trump propuso a los republicanos para forzar a que el Senado apruebe su nominación para la Corte Suprema de Justicia, es decir, ir con toda la fuerza para aplastar al adversario.

De esa cuenta se puede predecir que los acuerdos para hacer una veintena de modificaciones que ya fueron suscritos entre la “mesa técnica” y los diputados que acudieron a las reuniones, quedarán cortos porque al detectar la debilidad que ahora sienten quienes han promovido la reforma constitucional debe esperarse que se produzcan nuevas enmiendas a la propuesta ya acordada, de manera que, si hay reforma, la misma sea un remedo de lo propuesto y que en el fondo no permita que se hagan los cambios de fondo.

La estrategia hay que entenderla como similar a la que se usó con la reforma a la Ley Electoral y de Partidos Políticos que no hizo sino ajustes superficiales, pero dejando al margen temas esenciales, como el financiamiento de las campañas que seguirá siendo el gran talón de Aquiles de nuestro sistema político. En ese momento el coro de voces ciudadanas se aglutinó alrededor de la tesis de que “peor es nada” y que más vale dar un pequeño paso adelante que quedar estancados, sin entender que ese pequeño paso asegura el retroceso ante lo que ya se ha ganado al evidenciar la podredumbre de nuestro régimen de partidos políticos.

En el caso de la reforma del sector justicia puede ocurrir otro tanto. La Fiscal General declaró ayer que con los cambios que acordaron con los diputados “se mantiene la integralidad” de la propuesta que habían consensuado con los distintos sectores de la sociedad a lo largo de numerosas y largas sesiones. Yo no lo veo así ni soy tan optimista; creo que, como dicen los diputados, la mesa técnica se dio cuenta el año pasado de cómo venía la aplanadora para destruirlo todo, así como destruyeron sin despeinarse todo el esfuerzo para evitar que el antejuicio se convierta en parapeto de impunidad, y ante el panorama que se les presentaba les pareció que “peor es nada” y de esa cuenta aceptaron cambios que dejan medio sholcas las reformas al sector justicia. Pero desde ya se advierte que los diputados no se quedarán con lo logrado porque midieron la actitud de los promotores y los vieron, según dicen, francamente ahuevados.

Esto viene a confirmar mi teoría, expuesta desde hace mucho tiempo en esta columna, de que nada que salga del Congreso será para cambiar seriamente el sistema de corrupción e impunidad porque el mismo es elemento vital para los diputados. Y, como con los cambios a la Ley Electoral, veremos que los promotores se conforman con un mal arreglo para evitar un buen pleito, que es lo que nos hace falta.

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