Francisco Cáceres Barrios
fracaceres@lahora.com.gt

Hace poco se publicó en los medios de comunicación la noticia que con el afán de enderezar el rumbo, como si la decisión antes tomada fuera equivocada, este año se eliminaría el acompañamiento que el ejército ha venido dándole a las fuerzas de orden civil para proteger a la población de la delincuencia. Si bien se escucharon voces de protesta porque esa medida serviría para que la delincuencia, organizada o no, tomara todavía mayor impulso de la que ya tiene, todo ha quedado en el limbo, como tantas cosas importantes se dejan igual. ¿Es que no consta a todos que sinnúmero de hechos delictivos ocurren con la participación o complacencia de las fuerzas de la Policía Nacional Civil, como que su capacidad, equipo, estrategia e inteligencia no ha sido de primera categoría?

La comunicación de que este año se quitaría el acompañamiento del ejército vino a caer como balde de agua fría sobre toda la población honrada, porque aunque algunos ingenuos hayan manifestado su complacencia porque el porcentaje de hechos delictivos últimamente haya disminuido, el volumen de los mismos ha sido tal que una reducción hasta más del cincuenta por ciento no produciría ninguna reacción de beneplácito entre la población, pues se siguen viviendo muchísimos momentos de angustia causados por la delincuencia en áreas urbanas no digamos en las rurales.

Ahora bien, si fuera verdad que existe una disposición legal que obligara al Ministerio de la Defensa a tomar la decisión indicada o porque hiciera falta el recurso financiero para seguir prestando el acompañamiento del ejército a las entidades civiles para cumplir con su deber, aparte de que pudiera calificarse de ser nula ipso jure por contravenir las obligaciones fundamentales del Estado debería moverse cielo y tierra para garantizar la aportación de los recursos que fueran necesarios para seguirlo haciendo. El acompañamiento se mantiene indispensable por dos situaciones más que evidentes: porque la Policía Nacional Civil no tiene todavía la capacidad suficiente para valerse por sí sola y porque si a alguien la delincuencia le “tiene pelo” es a los militares a la hora de tener que “rajar ocote”, como se dice en el caló popular

¿Qué les pasa a nuestros funcionarios que se ponen a discutir las inversiones o los gastos que, de acuerdo a las circunstancias, son de carácter indispensable sin embargo, para hacerlo en cosas inútiles, como el mantener el elevado número de personal que tiene el Congreso de la República nadie mueve un dedo para reducirlo a su mínima expresión? “El Estado garantiza y protege la vida humana desde su concepción, así como la integridad y seguridad de la persona” dicta nuestra Constitución.

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