Hace 20 años se anunciaba la Firma de la Paz Firme y Duradera con que se daba fin a un Conflicto Armado Interno que durante 36 años mantuvo al país entre la zozobra provocada por tal violencia que incluyó actos inhumanos que todos conocemos.

Y llegó aquel 29 de diciembre de 1996 cuando ambas partes de la guerra se sentaron a firmar lo que llamaron la Paz, pero que terminó siendo únicamente un cese al fuego entre ellos, porque el contenido real para la generación de las condiciones de desarrollo e inclusión que requiere la Paz, nunca fueron aplicados.

Hoy, las cifras de muertes por violencia siguen siendo escandalosas porque resulta que se “urbanizó” el asesinato al mantener las faltas de oportunidades, la prestación de servicios de educación, salud y mantener la pujante corrupción Estatal, lo que ha generado que los grupos de crimen organizado y las pandillas logren ser los que imponen por medio del dolor la ley que les interesa.

Es hoy el aniversario de lo que detuvo aquel conflicto armado, pero no se eliminaron las razones que durante décadas dieron el sustento ideológico a la contienda. Porque resulta que seguimos siendo un país con niveles intolerables de pobreza que se suma al racismo, impunidad y falta de inclusión con la que vivimos.

Es por ello que muchos argumentan que la Paz no se conoce en Guatemala, porque es imposible vivir con la tranquilidad y el optimismo que eso significa, mientras que las condiciones generales nos obligan a ser negativos, temerosos y hasta acostumbrados a ver la muerte y la carencia como situaciones cotidianas.

Guatemala hubiera requerido un compromiso mucho más fuerte que solo signar un documento decretando la Paz. Lo que hizo falta fue liderar el cambio de actitud real que nos llevara a aceptar los Acuerdos alcanzados y que eran el inicio del rompimiento de las barreras que nos han mantenido tan injustamente estructurados como sociedad.

Pero resultó que pudieron más los intereses de quienes se benefician del sistema retorcido con el que se han generado riquezas y se han impuesto poderes. Seguimos teniendo un ejército que es fuerte porque es la caja chica del efectivo en el organismo ejecutivo y para ello necesita mantener los patrullajes con la PNC.

Pero en el fondo debiéramos que detenernos en el camino y retomar el rumbo. Entender que, si no se aplican los Acuerdos de Paz de manera auténtica, seguiremos viviendo polarizados y creando las condiciones del caos que seguimos viviendo. La paz tiene que ser desarrollo, inclusión, optimismo y, en esa medida, no vivimos en Paz.

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