Es verdaderamente triste que en un país en el que existen tantas necesidades de la población, las entidades públicas no tengan capacidad siquiera de ejecutar sus presupuestos de manera que puedan cumplir, al menos, con las más mínimas necesidades de la población.

No queremos ni imaginar cómo serían esos porcentajes si no se tomaran en cuenta los criminales y terribles pactos colectivos con los que las autoridades «compran» apoyo político mientras que estructuras disfrazadas de sindicatos chantajean a cambio de los multimillonarios beneficios que obtienen.

Pero hay temas en los que ya no se puede tolerar más retraso. En Salud y en Educación, por nombrar los principales, el cumplimiento institucional está totalmente atrasado. Los hospitales se mantienen en crisis permanente mientras que los pacientes pueden igual morir por falta de atención que por mal funcionamiento de equipos que van desde los puramente médicos hasta los elevadores de un nosocomio. Y en la educación, qué se puede comentar cuándo el Presidente se ve obligado a rogarle encarecidamente al «líder sindical» que al menos terminen el ciclo lectivo.

La excusa que Morales y muchos de sus funcionarios han planteado es que no se puede ejecutar el presupuesto con tanto control con el que se intenta no solo transparentar el gasto, sino que utilizarlo con mayor eficiencia.

Pero no se dice que no pueden porque no hay capacidad de parte de quienes ocupan los más altos puestos dentro del gabinete y, menos aún, cuándo no se tiene la más mínima política definida de a dónde se quiere llevar al Estado.

El loteriazo que le cayó a Jimmy Morales, con todo y su parentela, ha terminado siendo demasiado caro para el resto de los guatemaltecos que estamos viendo cómo se acerca a su primer año de gobierno mostrando la única especialidad de ser excelente operador y encubridor de los integrantes del pacto de impunidad que se ha establecido en el país.

Dadas las enormes carencias que agobian a los guatemaltecos hacía falta un gobierno que entendiera que la raíz de nuestros males está en la perversa combinación de la corrupción y la impunidad que le roban al pueblo, sin castigo posible, toda posibilidad de desarrollo y bienestar porque los recursos públicos están convertidos en piñata. Un gobierno dirigido por alguien con el entendimiento para asumir el mandato popular que decretó la obligación de luchar contra los vicios de la vieja política, mismos que este gobierno está usando cínicamente para continuar con el latrocinio y la dejadez que nos convierte en un país donde su gente no sueña más que con emigrar.

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