Gladys Monterroso
licgla@yahoo.es

“No te rías nunca de las lágrimas de un niño. Todos los dolores son iguales.”
Charles Van Lerberghe

En lo personal, me sacudió los sentidos una noticia en Prensa Libre el martes 15, en la que una pareja es sentenciada por la muerte de un menor, al constatar que su propia madre fue quien coparticipó en la muerte del infante.

De la lectura del reportaje, se desprende el calvario que sufrió el menor junto a su hermano, quien le sobrevivió, aunque las secuelas del daño serán irreversibles, lo importante es hacer conciencia, sobre varios elementos que son repetitivos en las conductas de ciertos estratos de la sociedad guatemalteca, y que como consecuencia desembocan en hechos dolorosamente trágicos.

El patrón de falta de amor y malos tratos se ha repetido de generación en generación, sin que los afectados identifiquen, acepten, y busquen ayuda para no repetir el mismo, alguien pensará falta de recursos económicos puede ser un motivo para no lograrlo, ya que se asume que solamente los psicólogos pueden ayudarnos, pero se puede, si se quiere buscar ayuda, hay en las iglesias, en las universidades y otros espacios, en donde se puede buscar el apoyo para sanar las heridas devenidas de una niñez sufrida, de las que pocos se escaparían.

El desamor de un alto porcentaje de los hombres, hacía los hijos nacidos de una relación que no tiene un sostén emocional, veamos: Muchos hombres se aburren rápidamente de las mujeres, o las ven como una aventura de paso, y que trae como consecuencias que la mujer llena de rencor, dolor, y despecho hacia quienes les han fallado, descarguen sus sentimientos convertidos en falta de amor, molestia e ira en el producto de lo que ellas creían sería una relación hasta que la muerte les separe, en lo más cercano y débil que tienen bajo su cuidado: Los hijos, quienes no entienden por qué la madre no les quiere, y ellas les ven como una propiedad en la que pueden descargar sus más oscuros sentimientos.

Bryan Josué se llamaba el menor, cuyo fallecimiento me estrujó como ser humano el corazón, cuya historia puede ser la de muchos pequeños seres invisibles, que no comprenden el sentido de la existencia, la madre decidió unir su vida a la de otro hombre, después de no conseguir formar un hogar con el papá de los menores, este hombre y ella misma esclavizaron a los menores obligándoles a cargar leña, , los dos los sometían a crueles tratos, como que el padrastro los metía en toneles con agua, o costales, así como obligarlos a permanecer desnudos en el patio, los vecinos los escuchaban llorar en la noche, por lo que el pequeño, murió después de dos años de tortura, aunque nuestra legislación ordinaria no acepte esta figura, los niños si fueron torturados por su padrastro con aceptación o ayuda de su propia madre.

Pero por si todo lo anterior fuera poco, la madre vendía tortillas y bananos, pero ellos dos no podían consumir estos manjares, sin embargo, los tres hijos nacidos de la unión de estos dos perversos si llevan una vida normal, siendo las victimas espectadores de una vida en pobreza, pero con diferencias infranqueables en su pequeño mundo.

El grito ensordecedor, de tantos y tantos niños que viven y mueren a manos, por omisión, o aceptación de su propia madre si se escuchara, lo sería en todo el planeta, parece inconcebible que una “madre” sea la propia verduga de los seres que trajo al mundo, pero es una historia muchas veces repetida, en nuestra sociedad y en otras más, para todos esos gritos silenciosos no existen los DDHH, los convenios y tratados internacionales, la justicia y más, y ¿El MP? Bien gracias, porque en nuestro moderno Derecho Penal son delitos bagatela.

Por todas almas que no serán escuchadas exijo desde esta tribuna: Justicia.

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