María José Cabrera Cifuentes
mjcabreracifuentes@gmail.com

Como lo he expresado en diversas oportunidades, creo que en la actualidad y como rezago histórico de lo que ha moldeado a nuestro país y ha hecho de nuestra sociedad en lo que se ha convertido sigue predominando la tendencia a la segregación, por lo general autocausada, por no poder hacer que prevalezcan intereses comunes, lo que nos lleva a tener que distinguir entre raza, sexo, religión, preferencia sexual, entre otras.

Es una cuestión principalmente de ideologías y los temas con los que se relacionan cada una de ellas. Por ejemplo, las personas de izquierda se siguen sintiendo las únicas víctimas del conflicto armado mientras que la derecha les sigue llamando terroristas y viendo en sus rostros un peligro que, en la mayoría de casos, es inexistente.

Existen otros temas proclives a la promoción de distingos y excepciones, temas que incluso podrían llegar a favorecerme, pero que igualmente me parece que no debieran tratarse de esa forma. Tal es el caso de la preferencia hacia la mujer y la existencia de “discriminaciones positivas” como la Ley Contra el Femicidio y Otras Formas de Violencia Contra la Mujer, la cual deja fuera muchas situaciones de hombres que sufren de las mismas realidades, casos que son igual de importantes aunque menos prevalentes.

El día de ayer llamó mi atención una entrevista publicada en uno de los medios digitales que más respeto, en la que la diputada por la Bancada Convergencia, Sandra Morán, afirmaba que por ser lesbiana y por el abordaje que intenta darle al tema del aborto ha surgido en la población odio en su contra, cuestión que a mi criterio dista mucho de ser certera. El hecho de que ella sea parte de una minoría de la población no significa necesariamente que el resto la veamos como un “riesgo”.

Concuerdo con la diputada Morán y rechazo absolutamente el hecho de que un ciudadano haya afirmado que “no es lo suficientemente mujer por ser lesbiana” pues es ofensivo y violenta sus derechos individuales. Sin embargo, me atrevo a afirmar con certeza que la mayoría de los que nos oponemos a lo que ella promueve lo hemos hecho por tener ideas contrarias.

Debo admitir que es innegable que existe hasta hoy en día un pensamiento retrograda que, aunque menos que antes, continúa imperando en una porción de la población; sin embargo, en una sociedad cuyo pensamiento tiende a modernizarse, la identidad de género, preferencia sexual, entre otras, son cada vez menos motivos de escándalo y exclusión. En el caso de la diputada Morán, la mayoría de quienes no la apoyamos no es por su sexualidad sino por el abordaje que pretende dar a temas específicos como el aborto al que en otras ocasiones me he referido ya como una aberración.

El dejar de autodiscriminarnos, es un paso fundamental para la constitución de una sociedad de la que todos nos sintamos parte. La historia reciente nos ha demostrado que la victimización de sectores es rentable, pero de igual forma ha hecho evidente que es nociva para la construcción del país pues no causa más que odio y oposición. Por la otra parte, también es necesario promover el respeto y la aceptación de todos los individuos, estemos o no de acuerdo con sus preferencias.

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