Obligatoriamente, las grandes políticas de nación necesitan la confianza dentro de la gente que se refleje en situaciones de apoyo de parte de los ciudadanos, sectores y demás organismos e instituciones del Estado para que se pueda avanzar con solidez y liderazgo.

Lamentablemente, en Guatemala no hay confianza porque la tradición nos dicta que en negociaciones a puerta cerrada, con intereses ocultos y hasta de manera descarada, los apoyos se logran por medio de pactos en torno a la chamarra que los políticos le piden prestada a los dueños de la finca para taparse.

Lo podemos ver en el tema de las reformas a la Ley Electoral y de Partidos Políticos, porque a pesar de que se hizo el esfuerzo de convocar a realizar aportes, lo que al final hubo fue un «consenso» en torno a una reforma que ha dejado fuera el más importante de los temas a regular: el financiamiento de las campañas políticas.

Y lo mismo nos pasará en el momento en que entre a discutirse la reforma fiscal que se está planteando porque lo más recurrente en el país es que los acuerdos se logran atrás de las cortinas y las transacciones bajo la mesa.

No es fácil generar confianza en el país teniendo ejemplos tan claros de cómo se defienden los intereses que, en cualquier otro lugar del mundo, generarían condena social y hasta causas penales.

La población termina endeudada, nuevamente, en el tema de la confianza, porque volvió a entregar un cheque en blanco a los recipiendarios del mandato político. No se hizo un contrato social en que los electores hayan entregado el poder a cambio de una clara condición para que los gobernantes la cumplieran desde sus puestos públicos.

Y menos con el Congreso de la República que termina siendo integrado no con los malos diputados de la legislatura anterior, sino que con peores. Y por supuesto que todo eso se resume en que seguimos siendo un Estado que se divide, según los términos modernos, entre cooptados y cooptadores.

Somos una sociedad que desconfía, pero también somos una sociedad que tolera demasiada desfachatez y esa es la razón de que estemos con representantes a los que igual les vale las necesidades de la ciudadanía.

Si se quiere hacer cambios reales y profundos en el país, es necesario generar la confianza de que a pesar de situaciones cuesta arriba, se está haciendo un esfuerzo auténtico y determinado con base en los intereses de la mayoría. Mientras sigamos haciendo pactos y negociaciones bajo la mesa, los resultados serán tan turbios como el ejemplo de TCQ.

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