Adolfo Mazariegos

[…] Ya he comentado en las ediciones precedentes de esta serie de breves artículos dedicados a la democracia, que cuando hablamos de ella (la democracia) por lo regular nos remitimos a la definición clásica del término, o quizá, a la más conocida o difundida a través del tiempo de forma un tanto genérica (por decirlo de alguna manera) y cuyo significado nos lleva directamente al ejercicio del poder por parte del pueblo. Y en este caso que hoy nos ocupa, habiendo sido delegado dicho poder al grupo de gobernantes que se encarga de dirigir el Estado. Ahora bien, resulta que nos hemos acostumbrado tanto a escuchar hablar de la democracia en tales términos (poder del pueblo, por el pueblo y para el pueblo), que no nos hemos detenido a cuestionar la veracidad de los postulados que le dan vida, o siquiera la funcionalidad real de la teoría llevada a la práctica a través de la historia, es decir, la definición clásica traída a nuestros días a través del ejercicio del poder de gobernantes diversos y en distintas latitudes del orbe como un extenso proceso que ha tomado ya demasiado tiempo, y que es, a la larga, lo que el ciudadano de a pie percibe como democracia. En ese sentido, es menester hacer ver que todo aquello que alguna vez ha sido llevado a la práctica, ha debido tener necesariamente y de forma previa, un sustento teórico o unas líneas básicas de acción (por lo menos) que permitan su existencia. Hoy día es muy común, sobre todo en América Latina y países en vías de desarrollo, escuchar a gobernantes y altos funcionarios de gobierno haciendo alarde y hablando de democracia, de sus beneficios, de lo que se ha obtenido en el marco de la democracia, etc., evidenciando desconocimiento al respecto y demostrando cierto nefasto desinterés con el que (de forma consciente o no) terminan perjudicando a los habitantes de sus respectivos países. Por supuesto, los países desarrollados tampoco escapan a esta vorágine de complicaciones y momentos históricos cruciales a lo interno de sus Estados que obviamente afectan su propia democracia. Y como prueba de ello, se puede traer a colación la preocupación e interés que destacados pensadores de actualidad empiezan a manifestar en la crisis por la que atraviesa la democracia a nivel mundial, particularmente, la democracia de las grandes potencias. En ese caso, sin embargo, existen otros factores que es necesario tomar en consideración para un mejor análisis y abordaje de la cuestión, ya que es de allí, justamente, desde los países desarrollados, desde donde históricamente han salido las corrientes de pensamiento en las que se basa la mayor parte del pensamiento moderno, y, por qué no decirlo, también las tendencias con las que hoy día se gobierna la mayor parte del mundo, pero de ello intentaré hablar en una posterior ocasión […]

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