Raúl Molina

Se han definido las candidaturas para presidencia y vicepresidencia de Estados Unidos: todas “blanquitas”, en el caso republicano por su manifiesto racismo –marcado también por el machismo y la intolerancia religiosa– y en el caso demócrata por no animarse a proponer candidatura latina. Al final de las Convenciones de los partidos, mientras que Trump reafirmó que construirá el muro para detener el flujo migratorio del sur, Clinton aseguró lo contrario. Las dos campañas se han dedicado a acumular cuantiosas sumas de dinero, bajo el criterio de que quien sume más ganará las elecciones. Las dos campañas han estado vacías de contenido y los ataques personales han sido y seguirán siendo constantes. Las dos figuras vicepresidenciales, Kaine y Pence, son comparsas de relleno, porque tanto Hillary Clinton como Donald Trump los tendrán bajo sus sombras.

Pese a sus ofrecimientos –reforma migratoria en sus primeros 100 días de gobierno– y denuncias importantes –el racismo es un mal sistémico en Estados Unidos– Clinton daría continuidad a las políticas del presidente Obama. En su discurso en la Convención Demócrata, Obama dijo que la búsqueda del sueño americano no podrá ser detenida por ningún muro; pero en la realidad, ha sido el presidente estadounidense que ha realizado el mayor número de deportaciones en la historia de ese país, separando familias y frustrando las ilusiones de miles de menores de edad. El tratamiento inhumano de niñas y niños centroamericanos que han inmigrado sin acompañamiento y sin documentos ha manchado su administración. Su fórmula de una alianza para la prosperidad del triángulo norte de Centroamérica, centrada en la represión y la militarización y no en el desarrollo, de hecho ha corrido la frontera sur de Estados Unidos al límite entre Honduras y Nicaragua. De ganar Trump, las cosas serían peores, por su xenofobia y profundo racismo. No es solo la construcción del “muro de la vergüenza” en la frontera con México para impedir el acceso de la mano de obra mesoamericana y su rechazo a musulmanes y afrodescendientes, sino que medidas para negar la ciudadanía estadounidense a hijas e hijos nacidos en Estados Unidos de padres no documentados. Trump representa las peores pasiones de la extrema derecha estadounidense en otras cuestiones; tanto como las y los migrantes, las capas medias y la clase trabajadora de ese país enfrentarían amenazas más graves a sus derechos y beneficios.

Para los latinos en Estados Unidos, que se ubican en su inmensa mayoría entre las capas medias y la clase trabajadora, la opción es la elección de Clinton y Kaine y cambiar la composición del Congreso a favor de los demócratas. Deberán ir a las urnas quienes puedan votar y quienes no puedan hacerlo deberán trabajar como verdaderas hormigas para favorecer las candidaturas demócratas. Será importante promover también el voto femenino y el voto afrodescendiente, así como el de las juventudes. Es claro que la figura de Clinton no entusiasma; pero aunque no dé esperanza de cambio positivo en política exterior, migración y derechos humanos, todo sería mucho peor con los republicanos en el gobierno.

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