Francisco Cáceres Barrios
fracaceres@lahora.com.gt

La prevención de accidentes debiera ser algo de primera importancia para nuestras autoridades y no seguir quedando en el olvido para perjuicio de la población. Podrá parecer para los inexpertos un asunto secundario, sin embargo, nadie ignora lo mal que utilizan las luces miles de conductores de vehículos automotores en Guatemala. Esta mala práctica se ha vuelto causa de serios y graves accidentes. Dice el refrán: “Ni tanto que se queme el santo ni tan poco que no lo alumbre”, lo que cae como anillo al dedo para quienes les importa un bledo encandilar al conductor que marcha frente a su vehículo al que le ha colocado lámparas a granel con bombillos de distintos tipos y de gran potencia.

Cuando aprendí a manejar, de eso hace ya un montón de años, se escuchaba decir que “bajar las luces, era señal de buena educación”, pero en los tiempos modernos sumado a que las lámparas y sus bombillos han avanzado mucho tecnológicamente, el problema se agrava cuando por la malcriadeza de los conductores se utiliza para encandilar al prójimo, especialmente cuando llueve a cántaros, provocando que tanto el que viene en contra como el que viaja adelante no puedan ver bien, causa ineludible de accidentes.

Debido a la ausencia tradicional de los policías de tránsito en las horas en que mengua la luz natural, ha provocado el aumento de vehículos que circulan sin tener en perfecto funcionamiento todas las luces con que están equipados los vehículos, incluyendo los de modelo reciente, no digamos los más antiguos. El descuido de sus propietarios ha llegado a tal punto que más pareciera que los fabricantes de vehículos colocaron las luces como de adorno, cuando bien sabemos que eso no es verdad, pues cada una de ellas tiene una función vital para la vida de quienes viajan o circulan en su contorno.

Encender las luces de emergencia o las lámparas “pide vía”, no son útiles para darle categoría de árbol de navidad al vehículo, sino para dar avisos de advertencia para que los conductores de vehículos que se movilizan alrededor del mismo estén debidamente advertidos de sus movimientos. ¿Cuántas veces nos ha tocado viajar detrás de un vehículo que al frenar no enciende las lámparas rojas traseras? Seguramente el amable lector se ha llevado repetidas veces tremendos sustos, más aun cuando se viaja en calles o carreteras que permiten altas velocidades. En la ciudad capital, al menos cinco de cada diez vehículos circulando en horas tempranas de la mañana y a partir de las siete de la noche no tienen todas sus luces en buenas condiciones de funcionamiento, ¿no es eso tremendamente peligroso?

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