Estuardo Gamalero

«En tiempos de cambio, quienes estén abiertos al aprendizaje se adueñarán del futuro, mientras que aquellos que creen saberlo todo estarán bien equipados para un mundo que ya no existe.»
Erick Hoffer

En ese vaivén de enfermedades y remedios, los pueblos y los ignorantes son altamente propensos a salir de tiranías democráticas, para caer en oligarquías populistas y viceversa. Es por ello, que los buenos guatemaltecos tenemos la obligación de instruir y orientar adecuadamente y libre de tabúes ideológicos, a la nueva generación: cualquiera que sea su estrato.

La vida en sociedad tiene ciclos. Algunos duran más que otros. Las guerras, enfermedades, crisis económicas, escándalos, defensa de derechos, descubrimientos, hastíos y resentimientos, son los principales factores que impulsan a las generaciones venideras a implementar cambios.

El deseo de corregir, mejorar, castigar y reivindicar, constituyen la causa fundamental del ser humano para poner un alto a lo que no funciona y que tarde o temprano le hace daño. Así también, existen circunstancias manipuladas y realidades distorsionadas por “dizque líderes”, cuya agenda no es la de corregir o mejorar, sino más bien, la de generar un ambiente que permita la cooptación de los temas, de las reformas y el control de los gobernados a través de las instituciones.

Aunque no podemos uniformar, ni estandarizar los grandes movimientos sociales de la humanidad y de Guatemala, bien podemos concluir que, en casi todos hubo una generación de cambio esforzándose y sin claudicar hasta alcanzar los fines. En ese sentido, es vital que el análisis de la transformación, tome en cuenta no solo la discusión profunda del problema, sino también a las personas y los intereses de quienes los promueven. Cuidado, pues la línea que separa el liderazgo del protagonismo es muy tenue y fácil de mover.

Por ejemplo, no cabe la menor duda que tanto Cuba como Venezuela, antes de sus respectivas “revoluciones” estaban mal: había abusos y descaros de un grupo dominante, saqueos, favoritismos y grandes niveles de desesperación en sus respectivos pueblos. Lamentablemente, el desenlace de ambas naciones es peor y más catastrófico que la misma crisis que justificó y premió a Fidel Castro y a Hugo Chávez, con la estafeta del Poder.

En el resentimiento de las intenciones de ambos (Castro y Chávez), no solo estaban arraigados el odio por los empresarios y la empresarialidad, sino, además, el deseo de robarse el espacio y las cosas que les arrebatarían a terceras personas. Dicho en otras palabras: gentes como esas no tienen el sueño de hacer un cambio, sino más bien de destruir a quienes consideran sus enemigos, para así tomar el Poder y ejercerlo sin oposición.

En lo que respecta a principios y valores para gobernar y hacer dinero, Guatemala tenía décadas de ser una bola de plomo en caída libre. Lamentablemente, en cosas de corrupción y descaros, la historia nos demuestra que siempre se puede estar peor y esa era justamente la tendencia que llevábamos como país. Todos nos preguntábamos ¿Cuál era el peor gobierno?, hasta que la realidad nos hizo aceptar que el más nefasto sería “el próximo” y es de ahí la cruzada nacional con el famoso #Notetoca, que en mi opinión, anticipó (por no decir llevó) a los casos #la línea, #aguitamagica, #plazasfantasma, #reddelavado, #CooptacióndelEstado y otros más.

Hoy, los guatemaltecos estamos de pie y con la enorme oportunidad de fortalecer la credibilidad en el rol de las instituciones públicas, mediante el combate en contra de la corrupción a todo nivel. Pero para conseguir los resultados esperados, es indispensable que cada parte involucrada e invitada, respete las reglas del juego. De lo contrario, es más de lo mismo, pero con diferentes actores.

A nivel nacional se debate la inminente reforma al sector justicia que consagra nuestra Constitución. Si bien el problema es real y, por consiguiente, mejorar aspectos de fondo es indispensable, no podemos permitir que la oportunidad se vea empañada por la burla a la metodología de las mesas de discusión que se han instaurado. No se vale que actores nacionales, intenten alterar los marcos de referencia y discusión, introduciendo temas que ni los tres poderes del Estado, ni CICIG, ni el MP han sometido a consideración. En esa misma dirección, los miembros de la comunidad internacional que acompañan la actividad, deben comprender que: “ES DIPLOMÁTICA Y JURÍDICAMENTE INCORRECTO” intervenir en los asuntos internos de cualquier país. El no hacerlo así, también constituye un acto de corrupción.

En temas de Derechos Humanos y observancia mundial, es válido recordar que las garantías del Debido Proceso y la Presunción de Inocencia, son universalmente reconocidas tanto por la ONU como por la OEA. Estas, son regentes en dicha materia y han establecido la obligatoriedad de ciertas normas y procedimientos. Lo anterior, No es algo que «diga» o le «convenga» con oportunismo a Pedro, John, Hans, Francois, Rolf, Helen, Luigi, CACIF o alguna ONG. El respeto de las mismas conviene a todos: izquierda, derecha y centro.

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