Francisco Cáceres Barrios
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Mucha de nuestra población queda molesta e inconforme después de apreciar el comportamiento de tantas personas consignadas a los Tribunales de Justicia por diversos delitos cometidos en el desempeño de cargos públicos, como también de sus cómplices o colaboradores. Es entendible nuestra frustración o desencanto, porque a quién no disgusta apreciar sus cínicos e inadecuados comportamientos, cuando era de esperarse al menos una pizca de arrepentimiento o de pena por tantos daños y perjuicios ocasionados. Pero debiéramos tener presente que estas personas no son comunes o corrientes, que están atravesando un período de su vida en donde deben ser estudiados y analizados por las ciencias criminológicas. Efectivamente, para empezar, la criminología es la parte del derecho que estudia el delito, sus causas, las maneras de evitarlo y el modo de actuar de las personas que los cometen.

De esa cuenta porque no hay un solo guatemalteco que no esté indignado por tantas barbaridades por ellos cometidas, más nos molesta escuchar frases como las que le echan toda la culpa de lo sucedido a los testigos protegidos; cuando aseguran que todos sus haberes son productos del trabajo honrado; quejarse que la población y en especial la prensa, sólo le señalan cosas malas, sin ver tanta buena labor que, según ellos, hicieron cuando estuvieron en el poder; que de antemano sean considerados culpables; que el juicio se desarrolle cual fuera la Santa Inquisición o que para algunos, el libertino ejercicio profesional no constituya delito. Al analizar lo anterior, comprenderán que su caso debe ser tomado en cuenta dentro de toda la constelación de ciencias penales, por ejemplo, la criminalística, la victimología y la medicina legal para así poder llegar a conclusiones exactas sobre su actuar.

Y la situación de quienes ahora quieren dar la apariencia de ser inocentes hasta que no se les demuestre lo contrario, seguirá empeorando, por lo que no es de extrañar que cada vez sea más notoria su falta de sentimiento de culpa; su inestable conducta; la gran disparidad y dificultad para mantener un buen comportamiento; ser cada vez más indiferentes e insensibles ante lo que piensan los demás, como su cada vez más fuerte deterioro moral y ético. Y si a todo lo anterior le sumamos el dramático pésimo estado de las cárceles, como la ausencia total de un sistema penitenciario en nuestro país por culpa de ellos mismos por la Cooptación que hicieron del Estado, la situación se va a ir complicando cada día más, puesto que no sólo no cuentan con garantía alguna sobre su seguridad, sino el atiborrado e insalubre ambiente vendrá a causar todavía más crisis y complicaciones de las que hasta ahora nos ha tocado presenciar.

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