Pedro Pablo Marroquín Pérez
pmarroquin@lahora.com.gt

En La Hora hemos sostenido que mientras los ciudadanos no ejerzamos nuestro papel, Guatemala no tiene futuro porque las mafias ya nos midieron, pues estas tienen una capacidad única de ajustarse y regenerarse mientras, nuestra voz se oye muy bajo comparado con la situación de mafias, corrupción, impunidad y tráfico de influencias que vivimos a todos nivel y en todo sector.

Pero siendo objetivo, también encuentro que en Guatemala tenemos un tremendo problema de confianza y que no es fácil, incluyéndome, sentarse en la misma mesa con mafiosos que ahora “aprovechan” este momento para lavar cara o para pintarse como interesados en reformar el sistema, cuando uno sabe la verdadera historia, y que en su mente no existe el camino de las reformas porque eso les quitaría su medio de vida.

Pero los tiempos son tan apremiantes para quienes que buscamos ofrecerle a nuestros hijos una mejor Guatemala; cada día que pasa en esta misma ruta se convierte en un calvario cuya trayectoria se alarga y complica, y ello nos hace necesario poder encontrar acuerdos mínimos sobre los que podamos construir juntos.

Y uno de esos temas que nos pueden unir a la mayoría de chapines lo encuentro en la posibilidad de replantear la reforma política puesto que considero que muy poca gente estaría en contra de que se modifique la forma en que elegimos a nuestros diputados para que todos sean electos de forma unipersonal y no por planillas, que los comités cívicos puedan postular candidatos a diputados y, crucial, que se generen reglas muy básicas y claras para regular el financiamiento privado.

Si logramos elegir a personas y no listados en los que se cuela tanto mafioso, y si logramos establecer reglas claras y procedimientos verificables para la conformación de comités cívicos, quizá don Juan, el señor respetado de San Marcos, tenga chance de representar a su natal departamento, porque al poder postularse por un comité no debe ir a pelear la participación dentro de un partido con un Giordano ni pedirle cacao a Baldizón, Torres, Sinibaldi, Arzú, Estrada, Ríos, González y otros dueños de partidos.

Y si a eso le sumamos que el financiamiento se regule de manera que una persona no puede dar más de X, que un núcleo familiar no pueda dar más de Y, y que una empresa no pueda dar más de Z de sus ingresos brutos comprobados, además de establecer el delito de financiamiento ilegal de campañas políticas, se abre el espectro para que tengamos campañas en niveles más parejos.

Pero todo lo anterior, no saldrá de un Congreso que nos quiere ver la cara o de una clase política ni de sus socios en el sector privado que no quieren arriesgar su gallina de los huevos de oro, sino debe venir de una ciudadanía harta. Tal vez sería más fácil para la población ver ya algo redactado y preparado, pero aun así se requerirían cinco mil firmas de empadronados para que se pueda reformar la Constitución y hará falta su voz, y en especial sus atributos, para que el Congreso se ocupe de atender la solicitud y de modificar de nuevo leyes complementarias como la de Ley Electoral y de Partidos Políticos.

Entiendo que no sea fácil para la gente despertar, pero, si se presenta algo así y ni siquiera con eso reaccionamos, esperemos sentados porque significaría que el cambio, nunca va a llegar a Guatemala por la vía institucional.

De usted depende…

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