María José Cabrera Cifuentes
mjcabreracifuentes@gmail.com

¡Militares asesinos! gritó un hombre furioso mientras ondeaba su bandera roja. ¡Terroristas, comunistas! gritó su hermano parado frente a él del otro lado de la calle. ¡Violadores! ¡Vividores! ¡Traidores! ¡Opresores! ¡Abusadores! Corearon ambos lados hasta que se hizo imposible distinguir de dónde procedía cada acusación.

Así han transcurrido 19 años, desde que el Acuerdo de Paz Firme y Duradera fuese firmado en aquel diciembre que se disfrazó de esperanza para los guatemaltecos, pero que muy pronto fue descubierto en el intento de su engaño.

La guerra jamás se acabó, hasta el día de hoy continúa vigente y a los mismos rostros que entonces enardecidos se enfrentaban buscando la destrucción del enemigo, se le han sumado algunos cuantos, más tersos, más frescos y que se han ya transformado en victimas del envenenamiento generacional.

El Acuerdo implica un compromiso histórico e irrenunciable, como su propio texto lo indica, pero este ideal excede a los dos bandos involucrados y alcanza a la población, representada en distintas instancias durante la negociación de la paz. Sin embargo, somos nosotros, el pueblo, quienes indirectamente continuamos incentivando las diferencias y cultivando un discurso de odio que no nos lleva a ningún lado.

Que quiénes propiciaron la quema de la embajada de España y son por ende culpables del terror experimentado en aquel día negro. Que si hubo o no hubo genocidio. Son debates que, a diferencia de procesos similares en otras partes del mundo, nos han dejado a los guatemaltecos con más rencor que encaminados hacia la auténtica reconciliación.

Según el cuarto concepto del Acuerdo de Paz Firme y Duradera suscrito entre el Gobierno de Guatemala y la Unidad Revolucionaria Nacional Guatemalteca: “Es un derecho del pueblo de Guatemala conocer plenamente la verdad sobre las violaciones de los derechos humanos y los hechos de violencia ocurridos en el marco del enfrentamiento armado interno. Esclarecer con toda objetividad e imparcialidad lo sucedido contribuirá a que se fortalezca el proceso de conciliación nacional y la democratización en el país.” Sin embargo, en Guatemala el proceso ha sido distinto, la verdad no termina de conocerse y la objetividad e imparcialidad a la que se hace referencia no es más que un sueño que hasta el día de hoy pareciera ser demasiado lejano para ser alcanzado.

Y esa sea quizá una de las principales causas del aún actual enfrentamiento de los bandos y de la nula conciliación entre el pueblo. Como he afirmado en múltiples ocasiones, la memoria histórica selectiva de la mayoría de guatemaltecos y la justicia absolutamente parcializada nos ha dejado, a gran parte de la población, con un sentir de desesperanza y escépticos acerca de si algún día finalmente nos encaminaremos por ese llano camino hacia la unidad y la reconciliación, dejando atrás la sangre y las espinas.

El conflicto sigue siendo visto con ojos de rencor y la reconciliación cada vez parece ser más lejana. Los que han hecho de los resabios del conflicto armado una forma de vida siguen proliferando y el negocio continúa siendo jugoso e irresistible para unos cuantos que cegados por la avaricia actúan en detrimento del resto del pueblo.
No quiero decir con esto que debamos olvidar lo sucedido, ni que deberíamos anular nuestra ideología. Intento señalar solamente que el pasado debe convertirse en una lección para no repetirlo y la ideología debe ser un pincel, no una cadena esclavizadora, que nos ayude a dibujar el camino para un futuro mejor. Hasta que entendamos eso solo me queda, tal y como lo expuse en mi artículo de la semana pasada, seguir creyendo.

Aclaración: El martes 2 de febrero de los corrientes en este mismo espacio, se publicó mi artículo “Ani Ma’Amin” en el que hice mención del Excelentísimo Señor Embajador de la República Federal de Alemania, habiendo colocado erróneamente su nombre. Por este medio se aclara que el Señor Embajador de Alemania acreditado en Guatemala, es el Señor Matthias Sonn y se extienden las disculpas respectivas a su Excelencia y a la Embajada de la República Federal de Alemania en Guatemala.

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