Ayer, evidentemente fuera de su confort, el presidente Jimmy Morales dio una demostración de por qué es tan importante mantenerse alejado de los medios de comunicación como lo ha decidido con su equipo de trabajo. Simplemente, no tiene las respuestas que se requieren en una situación que cualquier estadista aprovecharía para enviar un mensaje de seguridad, transparencia y confianza a la población.

Por el contrario, el Presidente optó por jugar el papel desafiante, seguramente esperando que los periodistas le dijeran «bueno, pero no se enoje» como el famoso Chespirito decía. Lamentablemente, ser Presidente de un país con tantas necesidades, injusticias, corrupción e historia de incapaces manejando la administración pública, ni es cosa de broma ni es tan sencillo.

El papel de la Prensa no es mantener contento a un Presidente como el de un Presidente no es mantener contenta a la Prensa. Pero es papel de ambos el ejercer una función de transparencia y presentarla a los ciudadanos para que puedan, cada uno a su manera, contar con los elementos de valor para formar su juicio.

Claro que lo cómodo es hacer reír a los guatemaltecos en superficiales aproximaciones sobre el quehacer nacional. Pero resulta que se enoja mientras trata de salir del serio problema en que se metió por los incapaces de sus asesores al no querer hacer transición en el Congreso durante la discusión del Presupuesto. Recuerden que todo este problema es culpa de ellos por haberse levantado de una mesa a la que fueron invitados para plantear las necesidades de la futura administración.

Al inicio de cualquier gobierno hay más preguntas que respuestas y la Prensa, generalmente, se encarga de trasladarlas a los nuevos funcionarios. Suponer que toda pregunta, o peor aún, que toda publicación es mal intencionada y que persigue afectar al Presidente en forma personal es impropio, sobre todo viniendo de alguien que ha estado en el campo de la comunicación social a lo largo de su vida aunque haya sido desde el punto de vista de la comedia.

Si recordamos que el Presidente es el mandatario y que todo mandatario tiene obligación de rendir cuentas al mandante, entenderemos que la relación tiene que discurrir por otros senderos de mayor tolerancia, pero entendemos que no es tan sencillo llegar a ser estadista.

No cabe duda que la Prensa tiene que reflejar la verdad, pero eso no quiere decir que la verdad esté única y exclusivamente en lo que piensa y dice el Presidente. Históricamente, todo gobierno que ha querido imponer que es «su verdad» la que vale, termina cediendo a la tentación de imponer limitaciones a la libre expresión.

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