Los candidatos presidenciales que se preparan para los comicios en segunda vuelta han coincidido en plantear que el tema de la transparencia es fundamental en su proyecto de gobierno, lo cual resulta lógico si vemos que hay un cambio en la actitud ciudadana que dejó por un lado la indiferencia que le caracterizó por años respecto a la corrupción, y empezó a ser más exigente, tanto como para lograr las renuncias del Presidente y la Vicepresidenta de la República con base en las investigaciones realizadas por la Comisión Internacional Contra la Impunidad en Guatemala.

Sin embargo, no se hace un planteamiento concreto para desmontar la telaraña de corrupción que hay en el país y se habla en términos generales, sin detalle, sobre el asunto de la transparencia. Hace falta más que eso para sellar un compromiso y es indispensable que en este momento los aspirantes concreten sobre los mecanismos para atacar la corrupción y la forma en que se van a establecer instrumentos que aseguren transparencia. Ni qué decir que el primer paso tendría que ser un honesto comportamiento para explicitar quiénes son sus financistas, cuánto han recibido en dinero y en especie, para que los podamos entender cuando se otorguen contratos o se hagan compras en el marco del actual modelo.

Decir que se va a atacar la corrupción es fácil y todos lo hacen en un momento u otro de sus campañas porque se trata de esos ofrecimientos cajoneros que no pueden faltar en ningún plan de gobierno. Pero el asunto está en decir concretamente cómo se va a marcar la diferencia si mantenemos una Contraloría de Cuentas que es inútil (aunque bajo la presión pública ha dado mejores resultados) y un Congreso que no cumple con sus tareas de aprobar o improbar la ejecución presupuestaria que hace el gobierno.

No digamos las prácticas inmorales como los fideicomisos que ambos candidatos consideran “necesarios”, o las compras de emergencia que terminan siendo la manga ancha para derrochar el dinero del pueblo.

Guatemala es un país de enormes carencias y pocos ingresos fiscales, pero el problema se agrava exponencialmente porque la corrupción se termina comiendo una parte muy importante del dinero disponible y por lo tanto no queda para atender problemas sociales y necesidades atingentes al bien común.

Hay mucho que hacer en el tema de la corrupción, pero uno de los pasos fundamentales es sentar precedentes enérgicos, castigos ejemplares, pérdida de por vida del derecho a optar a cargos públicos. Si así fuera, la lista de candidatos se vería muy reducida.

Artículo anteriorLa repetición de desastres
Artículo siguienteTuits promoviendo videojuego «Call of Duty» causan polémica