Pedro Pablo Marroquín Pérez
pmarroquin@lahora.com.gt

El golpe que el día martes dio el Ministerio Público (MP) y la Comisión Internacional contra la Impunidad en Guatemala (CICIG) en contra del sistema de justicia, acusando a dos jueces y un magistrado de hechos ilícitos es, si no el más importante uno de los golpes de mayor notoriedad porque se da contra miembros del organismo llamado a ser esa red de seguridad que debe funcionar en caso alguien decida saltarse las trancas.

La acción contra integrantes del Organismo Judicial era la guinda que le hacía falta al pastel del sistema porque esto nos tiene que poner a pensar y cuestionarnos cómo podrá avanzar el país si desde el presidente (ahora expresidente Pérez Molina), pasando por la vicepresidencia (Roxana Baldetti), algunos diputados y ahora ciertos jueces, sin olvidar a excandidatos a cargos de elección popular como es el caso de Barquín, están metidos en babosadas.

Aunque la lista va creciendo debemos reconocer que deberían ser más los investigados, pero se entiende que no alcance el recurso para seguir a tanto mafioso. Y es por ello, que ante las abrumadoras evidencias no nos queda más que cambiar las reglas del juego con el afán de que el negocio y el mafioso sean la excepción y no la regla general.

En estos momentos en que se discute la confección el presupuesto general del año 2016, nos debemos preguntar cuántos de esos Q72 mil millones que pide el Ejecutivo servirán para mantener vivo y bien financiado el sistema de corrupción que tiene secuestrado al Estado.

Y ahora que el Papa Francisco anda en América y su mensaje se oye más cerca y nos brinda alguna tan necesitada esperanza, es momento propicio de levantar la voz para recordar que Guatemala no puede seguir siendo un país donde los sueños de muchos se vean truncados por las mañas de unos pocos; no podemos seguir siendo una sociedad que tolere que un puñado de ladrones roben el futuro de las mayorías.

No podemos seguir siendo una sociedad acostumbrada e indolente con la corrupción, con la violencia, con el hambre y con la pobreza de la gran mayoría de nuestra gente. Los guatemaltecos que tenemos un poco de más oportunidades que el resto, estamos llamados a hacer ese apostolado que nos permita cambiar las reglas para que todos los habitantes de Guatemala, tengan un chance más justo de salir adelante en esta vida.

Claro que esto significa que debemos ser más tolerantes e incluyentes con las personas honradas y de buena fe, pero más perseverantes para lograr los cambios y totalmente intolerantes con los vicios y mañosos que nos aquejan.

Yo quiero tenerle que explicar a mi hijo que la vida le da más oportunidades a unos que a otros porque es una parte normal del vivir, pero definitivamente no quiero tratar de explicarle lo inexplicable de que la mayoría de nuestra gente vive para subsistir, no para soñar como consecuencia que como sociedad nos hemos acostumbrado a vivir bajo la ley del más fuerte, juzgando más por lo que se tiene que por lo que se es, dejando que la miseria, que la falta de esperanza, que la violencia como recurso para dirimir conflictos y la marginación se apoderen de nosotros.

Los pasados han sido días duros ante la posibilidad que este despertar se quede en nada, pero no debemos claudicar porque si dejamos de soñar y de luchar, ellos, los mafiosos, ganarán una batalla que tiene que perder para que haya futuro.

Artículo anteriorCómo bajar de peso sin gastar dinero
Artículo siguienteIntención de voto en segunda elección