Fernando Mollinedo C.

El enroque es una jugada de ajedrez en la cual el rey debe moverse simultáneamente con una de sus torres. Hay algunas condiciones: que el rey no esté en jaque; que no se haya movido antes; que ninguna de sus torres tampoco se haya movido y que los escaques del movimiento estén libres.

Es una jugada estratégica para no sólo proteger al rey de ataque enemigos, también para permitir la movilidad de torre, alfiles y caballos. Usualmente tres peones protegen al monarca una vez hecho el enroque. En los recientes movimientos del Gabinete presidencial, algunos analistas los vieron como un enroque, pero no lo hubo, puesto que el rey no se movió; se movieron alfiles, peones y algún caballo.

La política, para muchos, es una suerte de jugadas sucias, imprecisas, deleznables, llegando a ser una forma de burla que se ejerce contra la población y contra los contribuyentes, pues no se obtiene de regreso la satisfacción o paliativo a las necesidades sociales que supuestamente deberían resolverse con el ingreso de impuestos al fisco y manejados por los políticos.

Guatemala como Estado ha carecido en ciertas áreas de su administración, los ejes formadores funcionarios y empleados públicos que pudieran afrontar con estudios y experiencia, los retos de los delicados problemas que vive la población. Se desdeñó a la ciencia política contraponiéndole la inserción de actividad lucrativa para “estar” ocupando un lugar, sin conocimiento del “hacer” de tal puesto o cargo.

Vivimos tragedias derivadas de la corrupción que toda la población decimos aborrecer pero que en algunas ocasiones seguimos practicando en medidas pequeñas o tan grandes, según sea la “oportunidad”. Por ello, desde hace muchos años devino la catástrofe de la administración pública en el país, cualquier persona, sin formación académica, sin escrúpulos, sin valores morales y/o espirituales desempeñan los empleos que requieren de probidad, conocimiento y sensibilidad social, lo cual no permite realizar los objetivos medulares de las instituciones.

Los empleados y funcionarios del Estado se dan baños de pueblo y utilizan los fondos destinados para las instituciones sociales en reparticiones con programas sociales de claro sentido clientelista. No hubo herramientas éticas de honestidad para detener el hambre y/o gula de “dinero fácil” mostrada por la jauría de empleados y funcionarios gubernamentales de los últimos treinta años: políticos, empresarios, ganaderos, ingenieros, maquileros, militares, todos, de extracción popular pero… ladrones del erario en primera categoría, además de fieles lacayos del sistema económico imperante.

Las tres décadas perdidas en materia de crecimiento político y económico del país, significa el tremendo fracaso de la formación educativa en los hogares de las personas que ejercieron y hacen gobierno actualmente, fueron “educados” para huevear, sus padres y madres no supieron inculcar los valores de honestidad, decencia, respeto y verdad, entre otros que no pudieron ser absorbidos por la cultura recibida en las instituciones educativas en las que se “formaron”.

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