Claudia Navas Dangel
cnavasdangel@gmail.com

Hoy es 29 de agosto y Otto Pérez no ha renunciado. Mientras usted lee este periódico las plazas de muchos lugares de Guatemala se llenan de nuevo de GUATEMALTECOS, todos, sin importar edad, etnia, clase social, escolaridad, estado civil. Personas que ejercitan, quizá, por primera vez su ciudadanía, que exigen sus derechos, muchos de los cuales han sido violentados por la actual administración y que entre consignas, banderas y bubucelas van transformando el país en donde sus hijos y sus nietos tendrán, así lo espero, una vida mejor.

Así que aunque el paro del 27 de agosto no nos haya dejado aún, tal vez la única muestra de dignidad de ese señor, ya hemos ganado, el marcador nos favorece.

¿Por qué?, sencillo. Dejamos atrás el miedo, y eso ya es mucho. Rompimos fronteras, así lo sentí yo. Dejé de ser landivariana o sancarlista, dejé de ser feminista o defensora de los derechos de la niñez. Fui como todos, una guatemalteca indignada, preocupada y consciente, fui una persona feliz.

Sin embargo, lloré, quizá a muchos no les importe, pero sé que otros como yo, sintieron tanta emoción, sé que a muchos la piel se les erizó al escuchar el himno, sé que muchos al ver esas filas de jóvenes sentimos que nos abrazaba la esperanza, sé que no todo está perdido y como diría Fito Paéz, fuimos a entregar nuestro corazón.

Y es que así somos los guatemaltecos, aunque muchas veces prevalezca el identificarnos como los impuntuales, los conformistas, los crédulos, los «demasiada buena gente», entiéndase para muchos, los pendejos. Y no. Las y los guatemaltecos somos una voz al mismo ritmo cantando el Himno Nacional, somos un grito que dice BASTA, somos así como la fiscal Thelma Aldana, como el juez Miguel Ángel Gálvez, como la diputada Nineth Montenegro, como el campesino que antes de que amanezca empieza a labrar la tierra, como las manos que moldean las tortillas, como los niños que ríen en las escuelas, como el poeta Otto René Castillo, como el maestro Joaquín Orellana, como el voceador de periódicos de La Reforma, como el atleta Erick Barrondo, como usted que lee lo que escribo, como yo escribo para usted.

Tenemos mucho a nuestro favor, más que él que solo acumuló dinero y desprecio, mucho más que lo que se llevó la altanería de la exvicepresidenta, mucho más que lo que nos ofrecen los políticos maquilados que nos saturan las calles con sus horrendas fotos y por supuesto muchísimo más que elegancia figurada, disfrazada de tacuche de vice puesto en un fósil viviente.

Le ganamos a los cobardes, los ladrones, los asesinos, los corruptos y les dimos a quienes nos siguen, un ejemplo de dignidad, de amor a la patria (aquí está bien usada la palabra), una muestra de lo que de verdad es ser guatemalteco.

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