Oscar Clemente Marroquín
ocmarroq@lahora.com.gt

La captura esta mañana de quien fuera viceministro de Energía y Minas y brevemente titular de la cartera cuando renunció Erick Archila, demuestra claramente que en la estructura actual no hace falta andar escarbando con grandes y profundas investigaciones puesto que con una simple raspadita cae cualquiera, porque aquí la excepción que sería verdaderamente notable es la de un funcionario que no aproveche su posición de poder para hacer trinquetes y enriquecerse a costillas del hambre y la necesidad de un pueblo al que hemos condenado para que su única esperanza esté en la oportunidad de llegar a Estados Unidos a sobrevivir como migrante.

Edwin Rodas no es diferente a otros funcionarios que han pasado por esa y otras carteras. Cómo nos podemos explicar que las empresas importadoras de gas, por ejemplo, sean dirigidas por quienes en su tiempo fueron altos funcionarios del Ministerio de Energía y Minas o que un empleado de una de las mayores importadoras de petróleo haya sido nombrado Ministro. Obviamente no podemos sorprendernos por la forma en que se manejan los precios de los combustibles en el país porque aquí se aplica aquello de que “agrado quiere agrado” y quienes se portan bien en el Ministerio tienen abiertas las puertas para convertirse en ejecutivos de alto nivel de las empresas que supieron sacar raja a la indiferencia.

No hablemos de la forma en que se negociaron las licencias para la minería en un país donde muchos funcionarios fueron formados bajo la teoría aquella que imparten en alguna universidad insistiendo en que no hay almuerzo gratis. Energía y Minas ha sido una de las dependencias más rentables para quienes han pasado por allí, con la ventaja de que la mayoría de la población ni siquiera puede identificar al titular de la cartera y por lo tanto no tienen el ojo de los ciudadanos encima.

Yo insisto en que si en Guatemala realmente nos sumamos todos a lo que planteó Iván Velásquez como una Cruzada contra la Corrupción, será difícil que quede santo parado porque de forma perversa se fue convirtiendo al Estado en un arca abierta para que todos, justos y pecadores, se pudieran embolsar lo que quisieran con la certeza de que quien la hizo no la tendría que pagar.

No faltan los que se aferran a su dogma contra la CICIG y cuestionan lo que la Comisión ha hecho, pero nadie puede negar que los chapines en su inmensa mayoría mantenían una venda en los ojos que no les permitía ver la exacta dimensión de la corrupción como vicio del sistema. Todos sabíamos e intuíamos que se hacían negocios más o menos burdos, pero esa certeza de que desde las grandes concesiones, compras o contrataciones, hasta menudencias como la de robarse el dinero de las plazas de los guardaespaldas, todo el sistema está podrido, nos llegó justamente cuando la CICIG destapó el caso La Línea y los que han venido atrás.

Algunos insisten en que la CICIG actuó para evitar que le cortaran el mandato, pero no ven que la querían echar precisamente porque su trabajo era una piedra en el zapato de los poderes corruptos que sobreviven por la impunidad y hoy son ínfima minoría los que siguen despotricando.

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