Oscar Clemente Marroquín
ocmarroq@lahora.com.gt

Somos una sociedad muy especial porque desde hace muchos años perdimos la capacidad de ser solidarios y, por supuesto, de trabajar organizadamente por objetivos comunes. El conflicto armado interno y la represión tuvieron el efecto terrible de convertirnos en individuos aislados, poco dispuestos a meternos en babosadas, como corrientemente se decía, y de esa cuenta no sólo hay ausencia de participación ciudadana, sino también carencia de organizaciones y de líderes, especialmente en los sectores urbanos en los que más caló el mensaje de que para no complicarse la vida no había que andar metiéndose a redentor de nada ni de nadie.

Además, somos un país con una sociedad extremadamente polarizada en la que cuesta encontrar términos medios. Lo ocurrido en 1954 nos sigue planteando una radical división entre comunistas y anticomunistas y los recesos consiguientes. En ese contexto es que se produce esta primavera de participación ciudadana cuando florece el interés de la población por romper con un modelo de corrupción, impunidad e inseguridad que nos hace la vida imposible y, desde luego, es mucho más difícil arrancar de cero pero también puede ser mucho más sano si logramos articular un movimiento ajeno a los cacicazgos tradicionales.

Por ello es que yo sostengo que en este momento tenemos que aferrarnos a nuestro mínimo común denominador que es el interés por combatir la corrupción, acabar con la impunidad y privilegiar la seguridad. Hay que identificar los vicios que han facilitado el exponencial crecimiento de la corrupción para erradicarlos y entre ellos tenemos que establecer una tajante prohibición para la reelección en puestos públicos, empezando por los alcaldes que se han logrado enquistar en sus puestos gracias a la facilidad para disponer de millonarios recursos. Es necesario establecer sanciones ejemplares contra los operadores de la impunidad porque eso mismo tiene que ver no sólo con el aliento a la corrupción, sino con el aliento a la violencia. La falta de castigo estimula al corrupto y a los criminales que matan sin temor a sufrir el peso de la ley.

Creo que no es el momento de aprovechar la coyuntura para proponer cuestiones sensitivas desde el punto de vista de la polarización existente en el seno de la sociedad. Así como me parece que fue un abuso el que cometieron con la Reforma Constitucional de Ramiro al meter dentro del paquete llamado de la depuración el negocio para la banca privada eliminando la capacidad del banco central de ser el agente financiero del Estado, me parece que nadie debe aprovechar este momento para proclamar reivindicaciones ajenas al objetivo esencial porque sería otro acto de picardía y corrupción, como fue el que estoy señalando.

Alrededor de la justicia, de la transparencia y la seguridad nos podemos unir todos los guatemaltecos para cimentar un nuevo orden social, dejando sentadas las bases para marcos de discusión ideológica y decisiones democráticas para el resto de temas nacionales. Pero ni la corrupción, ni la impunidad, ni la violencia se detienen ante consideraciones ideológicas o de condición social de las personas y por ello en esos temas todos, absolutamente todos, podemos alcanzar los acuerdos básicos.

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