Eduardo Villatoro

Las circunstancias son favorables para impulsar severas reformas en todos los ámbitos de las añejas estructuras, para impedir que Guatemala siga siendo un Estado cautivo cuyas instituciones están al servicio de podridos sectores que sólo arriban al poder local, Legislativo, Judicial y Ejecutivo con el descarado afán de enriquecerse y de saquear las arcas nacionales cada cuatro años, con las mismas promesas de siempre e iguales desmedidas ambiciones personales.

Pero si realmente los guatemaltecos de cualquier condición social y económica, de indistinta tendencia política democrática, de variada inclinación religiosa, indígenas y ladinos, que estén conscientes del rezago en que se encuentra la nación en áreas de la salud, educación, economía, inseguridad, corrupción, opacidad administrativa, para citar unos cuantos ejemplos, es imprescindible que se rechace la participación de todos los políticos que actualmente y en décadas o lustros recientes han sido los principales protagonistas del desastre nacional, habiendo conducido a la nación al derrumbe de elementales principios y valores colectivos, de suerte que no sean estos quienes propongan, amparen y protagonicen las reformas sustanciales que la inmensa y silenciosa mayoría de guatemaltecos reclama, pero que en vista de su idiosincrasia enmudecida y humillada no le permite expresar, y de ahí que permite que sus derechos e intereses sean atropellados cotidianamente por los mismos sujetos que un electorado alienado ha elevado a posiciones de poder, por incultos que sean.
Resultaría inconcebible que los políticos que se han enriquecido a la sombra de sus cargos y que han envilecido el servicio público, sean los que organicen y fiscalicen procedimientos que persiguen la sepultura del agonizante modelo pretendidamente democrático, para darle vida a un sistema genuinamente representativo y participativo que plantee y desarrolle mecanismos políticos, económicos y sociales ajenos a esquemas feudales, totalitarios o simplemente dictatoriales, o repetir el mismo perverso método que de la ingobernabilidad, la anarquía y la inmoralidad nacional. Acceder y tolerar que sean los mismos políticos los que manejen reformas del deteriorado sistema sería garantizar su permanencia en el poder y aprobar su voracidad y codicia.

(Mi amigo Romualdo Tishudo me escribe un corto mensaje Cuando retornés a Guatemala posiblemente encontrarás un Gobierno de transición)

Artículo anteriorCampaña masiva que tiende a reforestar todo el país
Artículo siguienteJudicializar la política