Estuardo Galamero C.
ajustandovelas@gmail.com

La educación es el elemento básico para la superación de una nación. Si gobernantes y gobernados carecemos de educación, difícilmente podremos sacar adelante a Guatemala. Evidentemente, hay otros factores importantes en el desarrollo de un Estado: la estabilidad jurídica, el respeto de la ley, el clima de negocios y la buena alimentación, inciden directamente en la realización del Bien Común.

Lo importante no es cuestionar si la educación es o no indispensable para la superación de las personas: eso es evidente. El problema es que repitamos como loros: “la educación es necesaria para toda la población”, sin antes responder las siguientes preguntas: ¿Qué clase de educación necesitan las personas? ¿Qué intenciones reales han tenido los gobiernos por educar a la población? ¿El actual modelo educativo nacional construye o destruye la institucionalidad del sistema? ¿Cómo incide una persona educada y una no educada en el sistema político y electoral del país?

En Guatemala hay varios factores que afectan la enseñanza y, varios actores que tienen su propio norte en la atención de este problema: I) Tenemos una Ministra de Educación que no ha claudicado en su esfuerzo por reformar el nefasto sistema educativo: ¡Bravo Ministra!. II) Tenemos una fuerza política en el Congreso, que como bien escribía hace algunos días un amigo: “La Ministra sigue secuestrada” mediante una estéril interpelación que lleva más de cien sesiones. III) Están los sindicatos de maestros, que a través de sus huelgas y manifestaciones han paralizado, más de una vez, la educación pública, a pesar que en el artículo 51 de la Constitución (entre otras cosas) establece que “El Estado garantizará la educación de los menores de edad” y en los artículos 70 y 71, la misma se declara de utilidad, necesidad e interés nacional. IV) el pensum educativo contiene una tremenda carga ideológica, que no solo polariza más las cosas, sino que evidentemente parcializa la historia del país. V) Están muchos centros educativos privados, en donde pareciera que las mamás asisten juntamente al Colegio con sus hijos. VI) Tenemos los programas sociales del sector privado a través de sus fundaciones y asociaciones no lucrativas, que llevan educación de alta calidad a cientos de miles de niños y a muchos rincones del país.

Países en los que prosperaron modelos totalitarios maquillados de socialismo, presumen de la “excelente” educación integral que llevan a cabo sobre su población. Fidel Castro, por ejemplo, presumía que Cuba era el país de Latinoamérica con más profesionales per cápita. En esa isla, hay millares de médicos, notables, ingenieros, etc., sin embargo, y sin demérito, una gran cantidad de esos profesionales trabajan cortando caña o en oficios domésticos, como consecuencia que el sistema cubano no ofrece un mercado de oportunidades que les perfile para trabajar en sus profesiones o en negocio alguno. Al ver esa realidad, nos damos cuenta que, aquello a lo que unos llaman “educación” otros le decimos “adoctrinamiento”. La diferencia entre un concepto y otro, es que en la educación, el ser humano piensa y razona sus decisiones en el ejercicio de sus libertades individuales; mientras que a través del adoctrinamiento, se busca eliminar la libertad de razonamiento en las personas y más bien, se le inculcan postulados incuestionables que favorecen el estatus quo de quienes ostentan el Poder Público.

Guatemala necesita educar niños que sepan discernir, que puedan cuestionar, que puedan proponer, que puedan resolver y que se puedan incorporar a la vida económica mundial. Necesitamos niños formados con valores morales, que sepan defender sus libertades y sobre todo, que no crezcan en un sistema que busca hacerles dependientes de la ayuda y el subsidio.

Papás y mamás, gobernantes y gobernados, empleados y empresarios, recuerden que la palabra enseña, pero el ejemplo arrastra. ¿Qué ejemplo estamos dando?

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