Pero cuando vemos que el antejuicio en lugar de una medida de protección al funcionario probo es una guarida en la que se esconden los responsables de los peores males que nos afectan, sería bueno que veamos cómo pierde más el país porque estamos fomentando una figura que ha perdido totalmente su concepto esencial, terminando en privilegiar a los ladrones y criminales en el servicio público.

Pero lo peor de todo es que ni haría falta que hubiera antejuicio para que los alcaldes, diputados, ministros, secretarios y mandatarios eviten la justicia porque apenas si se inician procesos en contra de quienes han sido los responsables de saquear al Estado y de construir el imperio de la impunidad que les proteja de la corrupción y de los vínculos con los grupos que de manera empresarial o criminal, se benefician de las operaciones de la administración pública.
Si no es por investigaciones forzadas en las que uno de los grandes éxitos es mantener en silencio el operativo y el contenido material del proceso, ni el Ministerio Público ni la Contraloría General de Cuentas de la Nación moverían un pie a favor de manifestar de manera contundente su interés de obligar a los funcionarios públicos no solo a cumplir con sus funciones, sino a no delinquir en su ejercicio.

Todos sabemos que ni por casualidad en Guatemala se asoma la transparencia y el cumplimiento de la ley, pero somos un país en donde no existen denuncias formales por el saqueo que durante años ha sido cometido por los que han encontrado la receta de financiar candidatos, administrar el poder y representar a los poderes paralelos.

El antejuicio como institución jurídica ha sido tan prostituido como la interpelación que es una institución de control político. Lamentablemente vivimos en un país donde las leyes únicamente sirven para asegurar la impunidad y el trinquete, pero nunca se aplican con eficiencia para la salvaguarda de los valores esenciales de la sociedad y de la Nación. Por ello es que vemos que Alcaldes que se alzan con los bienes públicos no sólo se burlan de sus pueblos, sino de la ley gracias a la existencia de un derecho de antejuicio que es escudo de la inmoralidad.

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