Oscar Clemente Marroquín
ocmarroq@lahora.com.gt

Hoy, 13 años después, el mundo no es ni más seguro ni ha resuelto los problemas del terrorismo y uno se pegunta cómo es que el país más poderoso de la Tierra, no sólo militar sino económica y políticamente, no logra contener el avance del radicalismo en su contra. La respuesta puede ser muy compleja, pero mientras más piensa uno en las condiciones y acciones, más tiene que entenderse que buena parte de ella está en la monumental ignorancia, acompañada de una no menor arrogancia, de un país que no entiende la diversidad cultural y religiosa que hay en el mundo y que pretende establecer su patrón, su modelo, a todos los pueblos sin entrar en consideraciones o, por lo menos, dar una revisada somera a la historia para entender por qué las cosas son como son en otras latitudes distintas a la suya.

En Afganistán, sin mucho pensar ni entender a los talibanes, los escogieron como aliados para combatir a los invasores soviéticos y los armaron hasta los dientes, afinando su ancestral capacidad de combate, hasta que lograron la expulsión del Ejército invasor que era uno de los más poderosos del mundo. Hoy esos mismos talibanes son sus enemigos jurados y nutren el movimiento terrorista internacional con personas que tienen actitudes inauditas para Occidente, como esa de inmolarse para matar a decenas o miles de personas a las que consideran infieles.

En Irán impusieron y sostuvieron al golpista Reza Pahlevi, quien se invistió como el “Sha” de la antigua Persia, respaldado por sus propias armas y las de los Estados Unidos. Hartaron al pueblo que mostró su vocación teocrática al entregar el poder a los ayatolás creando un modelo político que es repudiado por Washington que no entiende cómo puede un país no tener instituciones y prácticas al estilo de la democracia norteamericana.

En Irak, por una rencilla personal idiota de Bush contra el enemigo de su padre, Saddam Hussein, se metieron a una guerra que eliminó a un dictador que mantenía controlada la región y hacia coexistir a chiitas y suníes. Igual que tras la muerte de Tito en Yugoeslavia, la muerte de Hussein trajo la guerra civil brutal en Irak que ahora tratan de controlar con más violencia.

Sin ir más lejos, queriendo proteger sus propios intereses e ignorando los ajenos, intervinieron en 1954 en Guatemala para interrumpir un proceso de modernización capitalista del país, devolviendo poder y privilegios a los señores feudales de siempre y basta girar la vista 360 grados para ver la zurrada que se dieron en nosotros.

Mientras Washington no estudie historia y aprenda a respetar costumbres y modelos distintos, se irá aislando más y más hasta convertirse en un solitario gendarme de un mundo harto de su arrogante ignorancia.

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