Oscar Clemente Marroquín
ocmarroq@lahora.com.gt

Desde el principio ha sido muy clara la línea de la defensa de Barreda, puesto que argumentan que la falta de cadáver impide que se pueda procesar al acusado por homicidio, mucho menos asesinato o el caso especialmente tipificado de femicidio. Y fue también muy clara la actitud del mismo Barreda, quien utilizó el carro de la empresa en la que trabajaba para trasladar el ensangrentado cuerpo al sitio donde fue finalmente eliminado, y luego trató de convencer a un compañero de trabajo al que le habían asignado un carro igual para que intercambiaran alfombras, sillones y cualquier parte donde pudiera aparecer algún rastro de sangre, a fin de eliminar una huella que lo incriminaba en mucho más que una simple pelea doméstica.

Muchas películas de Hollywood se han hecho sobre el tema del crimen perfecto y en prácticamente todas se ve que cabos sueltos permiten establecer la responsabilidad criminal de quien trató de borrar todas las huellas que pudieran ligarlo a un sangriento delito. En el caso de Guatemala estamos viendo un proceso en el que se pretende convencer a los juzgadores que sin cadáver no hay asesinato que juzgar, no obstante que existen evidencias contundentes de que Barreda utilizó el carro de la compañía para la que trabajaba para mover el cuerpo ensangrentado de su esposa. Seguramente que hay más de una persona que sabe exactamente cómo lo hizo porque el esposo no se anduvo con chiquitas a la hora de solicitar ayuda para librarse de la acusación penal que ya se veía venir. Contó con la protección de su familia que no tuvo el menor reparo para ayudar a la limpieza de la casa y del automóvil al que finalmente ya no le pudo cambiar los interiores para eliminar las huellas, y de muchas personas más que resguardando los secretos tenebrosos de un crimen que, como hemos visto en el transcurso de los meses, puede considerarse como relativamente común no sólo en nuestra sociedad machista, sino a lo largo y ancho del mundo porque la violencia intrafamiliar es uno de los delitos más generalizados.

Pero no siempre el criminal goza de tanta protección como para desafiar a las autoridades a que le muestren un cadáver del que pudo disponer con total sangre fría para desaparecerlo con la certeza absoluta de que nunca lo podrán localizar. Afortunadamente hay pruebas científicas y evidencias contundentes que destruyen la patraña del crimen perfecto.

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