Oscar Clemente Marroquín
ocmarroq@lahora.com.gt

En ese sentido la contratación de una firma de cabilderos reconocida era indispensable porque en Washington así es como funcionan las cosas y esos contratos están debidamente controlados y regulados por las autoridades que ponen especial cuidado en la función de los lobistas. Sin embargo, la táctica puede destruir la estrategia porque el punto de partida es presentar una nueva cara de Guatemala que rompa con los moldes y estereotipos del pasado, lo cual me parece imposible cuando se permite (o sugiere, vaya usted a saber) que la firma de cabilderos contratada subcontrate, a su vez, a otra firma a cuya cabeza aparece nada más y nada menos que una de las figuras más tenebrosas de la Guerra Fría en América Latina, el cubano Otto Reich que se ganó su fama por la poco ortodoxa actitud “diplomática” que privilegió siempre el garrote y apuntó a la vieja tesis planteada por la administración Reagan de mantener alianzas con gobiernos “moderadamente autoritarios”, generalmente violadores de derechos humanos, pero amigos de Estados Unidos.
Cierto es que Reich será capaz de cabildear con los sectores más retrógrados del Partido Republicano, mismos que se oponen a la migración de los hispanos con un fervor que deja ver mucho de racismo, pero su presencia como cabildero de Guatemala empaña la imagen que el Embajador Ligorría pretende trasladar de un país que superó los viejos problemas de oscurantismo ideológico y que está dispuesto a trabajar con Estados Unidos en la búsqueda de soluciones inteligentes y visionarias respecto al tema migratorio que no se contendrá con muros ni incrementando la fuerza de la “migra”, sino invirtiendo en ofrecer oportunidades aquí a nuestros niños.

Creo que discutir el contrato de cabildeo sobre el monto y suspicacias que no tienen lugar cuando hay, para las firmas norteamericanas, tanto control y auditoría, es un error porque realmente Guatemala necesita tener una política más activa tanto en la Casa Blanca y todo el Ejecutivo, como en el Capitolio y las dos Cámaras. Pero no se puede dejar de señalar que identificarnos con Otto Reich es un severo retroceso para un país que pretende superar dolorosos estigmas del pasado.

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