Eduardo Villatoro

Desde que inició la publicación de sus artículos, en una posición incómoda, derivada de su condición de mujer, me simpatizó esa chica de sonrisa luminosa, cabellera ondulante y cuerpo menudo, recién graduada de la Escuela de Periodismo de la Usac, sobre todo porque se expuso al egoísmo y la insolencia del sexismo que entonces era más iracundo que en la actualidad en los diarios impresos, y aunque aún persiste en menor grado ese inaceptable comportamiento en el ambiente mediático, abanderado hipócritamente por individuos que dejaron el ombligo en tierras lejanas, ha disminuido como consecuencia de variados factores, básicamente por el valor y el talento de enjundiosas mujeres que se han ganado el respeto y la admiración de colegas periodistas varones, expresado este término desde su perspectiva genérica y no como sinónimo de “macho” advenedizo con ínfulas de patrón o padrino de la época colonial.

A los pocos meses, Marielos Monzón ya se había granjeado la simpatía, el afecto y la camaradería de dirigentes de organizaciones sociales que comenzaban a madurar en sus desiguales batallas en defensa de sus derechos; pero, como es propio de esta nación sofocada por transnacionales y sus mercenarios aborígenes y foráneos, también se convirtió en blanco del ataque de los remanentes más conservadores del país, émulos del falangismo fundado por el extinto dictador español Francisco Franco, y de las hordas neoliberales que forman un sólido y mayoritario bloque en el periodismo de Guatemala.

Marielos tiene suficientes fuerzas para seguir su ruta, como nos ocurre a quienes ya en la tarde de nuestras vidas no hemos abandonado ideales, orígenes y anhelos, después de sortear difíciles obstáculos para superarse en este mundo hostil hacia las mujeres, pero no le cohíben taimadas amenazas de patanes, porque en la memoria y en la sangre de la columnista perdura el recuerdo y el arrojo de su padre asesinado por uno de los gobiernos autoritarios, el valiente abogado Guillermo Alfonso Monzón Paz, otro de los mártires chapines víctimas de la ultraderecha insaciable de sangre, cuando Marielos apenas era una niña.

(El tranquilo Romualdo Tishudo, aludiendo a un periodista sexista, cita este refrán árabe: -La crueldad es la fuerza de los cobardes).

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