Francisco Cáceres Barrios
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De ahí que califiquemos como malos ejemplos que el Presidente siga concurriendo a actos oficiales y públicos, acompañado de quien se menciona desde el primer día en que asumió su mandato como el ministro “candidato oficial”. Esto es reprobable. No merece ni la mínima calificación el irrespeto a la ética y principios, como transgredir una norma constitucional (la que por cierto él solemnemente juró cumplir) que le prohíbe favorecer a partido político alguno mientras esté ejerciendo su mandato. Peor todavía, cuando llega al colmo de instar a los presentes “para darle continuidad al partido político que está gobernando”. Vaya triste y deplorable ejemplo el que está dando a nuestra niñez y juventud, en lugar de brindarles una cátedra de valores y principios cívicos y políticos.

Para la idiosincrasia chapina todo lo antes descrito es fatal, pues tenemos tal espíritu de imitación que nos hace correr detrás de la unidad de emergencia que nos precede con tal de ganarle unos cuantos segundos al tiempo. Nos importa un comino ser causantes o víctimas de una desastrosa colisión, pero habiéndose pasado en rojo el semáforo de la esquina una radio patrulla policíaca, nuestro primer impulso es imitar tan desatinada transgresión a la ley como olvidarnos del más elemental sentido de conservación.

¿Cómo el Presidente puede representar a nuestro país en un cónclave internacional llegando a exigir comprensión, mejor entendimiento y avanzar con armoniosas relaciones si es el primero en pisotear las normas que nos rigen? ¿Cómo le va a pedir a los evasores de impuestos que cumplan con sus deberes ciudadanos si él es el primero en faltarles el respeto, demostrándoles que pasar sobre la ley es su costumbre? y ¿Cómo podrá juramentar a un deportista exigiéndole la defensa honorable de nuestros colores patrios si ni siquiera el término respeto existe en sus actos? No, definitivamente vamos de mal en peor. No es cuestión de falta de “voluntad política” sino de ausencia absoluta de respeto a nuestros tradicionales valores y principios.

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