Miguel Saquimux Contreras

La clásica y hasta cierto punto –para algunos agentes económicos– ya desgastada discusión, es la relacionada con el polémico tema de Reforma Agraria. Cuando se revisan los últimos 70 años de historia guatemalteca, encontraremos que este asunto ha dado para profundizar al máximo en este aspecto, en donde se concluye categóricamente que estamos lejos de encontrar tan siquiera un progreso en lo que a relaciones laborales agrícolas se refiere. Lo laboral tan sólo es una parte, porque también se han incluido, entre otros aspectos, el uso y la tenencia de la tierra, vocación y desgaste de los suelos, avance de la frontera agrícola, sostenibilidad de las cosechas, agroindustria, etc.

Una de las reformas más aclamadas por la población, es la relacionada con la que debe aplicarse a la Ley Electoral y de Partidos Políticos. Desde décadas atrás se comprobó que este tema está viciado, que lastimosamente tiene deficiencias, las cuales son capitalizadas por malos políticos que aprovechan los vacíos para interpretar a su manera y conveniencia lo que dictan estas normativas. Se ha dicho y comprobado hasta el cansancio que el Tribunal Supremo Electoral, es un león sin dientes, que fue lanzado en una selva para que imparta justicia, pero que carece de herramientas para hacer valer las reglas del juego.

Siguiendo con la revisión de reformas aplicadas o por aplicar en el país, podría citarse el ejemplo de la Reforma Educativa. Es de conocimiento general que en Guatemala el sistema de educación pública es deficiente, puesto que no llena los requerimientos mínimos que la competencia actual y mundial exige. Cabe resaltar que el proceso de Reforma en este sector se llevó a cabo, pero también es importante afirmar que los resultados en los últimos años no se han reflejado de manera contundente ni sustancial en las nuevas generaciones.

Después de revisar tres de muchos ejemplos y campos de acción, en los que es necesario aplicar reformas profundas para consolidar verdaderos cambios, se concluye que como cualquier humano manifestamos resistencia al mismo. Sin embargo, sería interesante responder a las siguientes interrogantes: ¿Por qué las élites se oponen a un cambio, después de intentar por muchos años con los mismos sistemas sin encontrar éxito? ¿Cuáles son las verdaderas razones que frenan la aplicación de reformas profundas? Las respuestas son múltiples, pero muy superficialmente podría afirmarse que todo este tipo de reformas atenta contra intereses muy marcados e históricos, es por eso que llegaremos hasta el momento en el que tendremos que hacer las cosas bien por necesidad.

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