Sergio Penagos

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A escasos días de las elecciones ¿Sabemos lo que realmente ocurre o nos limitamos a esbozar meras opiniones en función de lo que nos gusta o de lo que nos desagrada? ¿Tenemos una idea clara de lo que queremos o de lo que tememos? ¿Estamos atrapados en la apariencia de las noticias creyendo saber, o nos mantenemos ignorantes de lo que ocurre en el tráfago del quehacer político? ¿Estamos conscientes que nos encontramos ante un sistema que representa el más corrupto producto político, ante un artefacto generado por las técnicas de la publicidad política? De esa manera, atrapados en los incesantes flujos informativos, los políticos y la política entran en el terreno de la banalización para utilizarla como estrategia adaptativa al entorno, con lo que convierten la actividad política en un simulacro de sí misma, ahora más presente que nunca en la vida ciudadana, convirtiendo la actividad política en un grotesco espectáculo carnavalesco, el que podemos civilizar al reconocer y respetar la opinión de quienes sustentan posturas opuestas a las nuestras y preguntarnos ¿Están acaso equivocados por completo? ¿Son malas personas? ¿Los deshumanizamos al verlos como un estereotipo para satanizarlos? ¿Hacemos generalizaciones sobre ellos publicando conclusiones sobre su carácter, su inteligencia y hasta su humanidad? Porque eso es lo que suele ocurrir en la política partidista cuando nos aferramos a la idea, por más verdadera que parezca y más importante que sea lo que está en juego, de afirmar que nosotros estamos en lo cierto y los demás están equivocados ¿Cómo podemos darnos cuenta de lo que realmente está ocurriendo y reconocer una verdad mayor, un fundamento o unos intereses que todos compartamos? ¿No será que nuestro modo de ver y de pensar, ha polarizado tanto las cosas que hemos matado la posibilidad de verlas tal como son, sin reconocer lo mucho que ignoramos y ocultamos?

Saber que no sabemos o que sólo llegamos hasta un cierto nivel de conocimiento, nos permite acceder a posibilidades extraordinarias para aprender ¿Cuál es nuestra opinión con relación al genocidio, a la extorsión, la cooptación, la explotación humana, los crímenes de las pandillas, la corrupción política o las mil formas diferentes del abuso de poder? ¿Cómo calificamos al político que presenta su discurso despojado de todo contenido y exige nuestro voto? ¿Por qué el político que presenta su candidatura hace ofrecimientos que se esfuman apenas ha sido elegido? ¿Su discurso de gobierno para todos es un proyecto de gobierno, o sólo lo utiliza para el logro de sus fines electorales?

Bertrand Russell decía que los seres humanos hemos aprendido a volar por los cielos y a zambullirnos en el mar, pero todavía no hemos aprendido a vivir en la tierra. Y es que nuestra última frontera no se halla en los océanos ni en el espacio exterior, por más interesante y tentador que todo ello pueda resultar. ¡La última, la más importante y la más urgente de todas las fronteras se halla en nuestra propia mente! ¡La última frontera consiste en conocernos a nosotros mismos y, lo que es más importante, en conocernos desde nuestro corazón y nuestro mundo interior! La última frontera se halla, en realidad, en nuestra conciencia al integrar el conocimiento de todas las tradiciones de sabiduría del planeta, que incluya las distintas modalidades de conocimiento, es decir, la ciencia, las artes, las tradiciones nativas y la investigación espiritual. Esto no significa que se excluyan otras opiniones y visiones firmemente sustentadas. Lo único que pretendo señalar es que, cuanto más conscientes seamos de la gran interdependencia existente entre todas las cosas, más capaces seremos de relacionarnos de un modo más sabio y más armónico, para poner fin a la lucha, el sufrimiento y la inseguridad de los seres humanos. Quizás entonces nuestras decisiones sean más sabias y compasivas y, quizás entonces también podamos emplear nuestra energía creativa para sanar nuestra maltratada democracia.

¿Qué nos falta y qué necesitamos para disfrutar de lo que ya somos y de lo que ya tenemos? ¿Y qué haremos con todo lo que ya somos y ya tenemos? ¿Y qué conocimiento como país, como sociedad y como especie nos aporta esa curiosidad sobre nosotros mismos? ¿Qué debemos hacer para dejar de ser extraños para nosotros mismos y regresar, por fin, a nuestra real naturaleza? ¿Cómo podemos reconocer y realizar nuestra verdadera naturaleza y nuestras verdaderas capacidades? La indagación personal interna y profunda nos permite entender e identificar la dinámica de los estados mentales que resultan de la avaricia, el odio y la ignorancia; así como sus diversas manifestaciones en el mundo de la política. No basta con tratar de corregir las cosas imponiendo alguna solución irreal o proyecto político, sino que debemos empezar por sanar nuestra forma de ser y de percibir. Esto es, en el mejor de los casos, lo que todo político debería alentar y proteger, manteniendo una actuación honesta y transparente.

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