José Roberto Alejos Cámbara

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José Roberto Alejos Cámbara

Luego que mi señor padre tomara posesión como Diputado por el Partido Revolucionario (PR), ya no fue sólo mi compañera de colegio y su familia los que tuvieron que abandonar el país, también lo hicieron el Rector de la Universidad de San Carlos de Guatemala (Usac), catedráticos, estudiantes, periodistas y líderes de todo tipo. Lo que sucedía era muy delicado.

La alianza Lucas García-Villagrán Kramer no resultó; este último renunció a la vicepresidencia y los diputados que llegaron en alianza con él se volvieron independientes, incluyendo a mi padre. Entonces se formó la bancada Azul y Blanco.

Mucha gente fue asesinada en esa época, entre ellas Jorge Torres Ocampo, Gonzalo Yurrita, el mismo Manuel Colom Argueta, Alberto Fuentes Mohr y muchos otros ciudadanos. Periodistas, generadores de opinión y compañeros de estudio aparecieron después de la Firma de la Paz, aunque muchos nunca lo hicieron.

El día que conocí al general Romeo Lucas García me preguntó ¿Vos también sos comunista como tu papá? Eso fue suficiente para que mi familia decidiera enviarme a estudiar al extranjero, pero lo que vi antes de partir develó lo que la Guerra Fría había hecho con el país, convirtiéndolo en un territorio confrontado en donde nos estábamos asesinando unos y otros.

Ya he contado cómo fue mi vida fuera de las fronteras, pero ahora que estoy hilando la historia en orden podré contar más, aunque con una perspectiva política y también podré narrar cómo se veía y qué se decía de Guatemala desde afuera. En este país no hay secretos, más tarde o más temprano todo sale a luz.

Ya encaminado en la política fui conociendo a los familiares de muchos de los asesinados; conocí a los que estuvieron en el exilio, y no imaginé que aquella compañera de colegio que salió junto a su familia para salvar su vida era la hija de Jorge Mario García Laguardia. Semanas antes de su partida, ella convivió y compartió con mi familia la preocupación por lo que estaba sucediendo.

Cuando me reencontré con mi compañera, estaba casada con Pedro Pablo Palma Lau, el comandante Pancho, a quien convencí para que fuera candidato por Jutiapa con la UNE. Era necesario alguien que no fuera narco, pero que pudiera confrontarlos sin que lo mataran, y quien mejor que un comandante y además hermano de quien fue mi compañero de fórmula en mi primera reelección.

Posteriormente, conocí a otras figuras, entre ellas, a una de las hijas del doctor Villagrán, quien llegó a ser Presidenta del Tribunal Supremo Electoral (TSE). Ella estaba casada con un militar que apoyaba al Partido Patriota (PP), contrario a lo que históricamente su familia hubiera hecho o pensado. Por eso es vital narrar la historia con acierto y de manera ordenada, porque las cosas, la vida y las personas cambian y cuando las personas cambiamos debe ser para bien.

Los Arzú y sus correligionarios, los Ríos y sus seguidores fueron anti-CICIG y se mantuvieron. Pero ¿cuántos del sector privado y de tres gobiernos fueron pro-CICIG y luego cambiaron de opinión? Muchos de ellos lo hicieron con justa razón, otros lo hicieron por miedo y están en su derecho, pero ¿por qué estar en contra de los que no cambiamos de opinión? Esto tiene que cambiar, pero de común acuerdo, con diálogo y sana discusión: ese es el único camino. ¿No creen?

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