Andrés Alborná
Estudiante de Relaciones Internacionales, ECP, USAC.
Instagram: @aalborna
Guatemala, como cualquier otra nación del globo terráqueo, ha evolucionado económica, política y culturalmente a lo largo de su historia. Sin embargo, es importante reconocer que el poder para impulsar estos cambios y moldear el rumbo de la nación -ahora- reside en las manos de los ciudadanos, quienes poseen la soberanía y la responsabilidad de ejercer su poder en el marco de la democracia.
A lo largo de los últimos siglos, Guatemala ha experimentado diferentes etapas en su desarrollo político y social. Por ejemplo, la invasión española en 1492, significó para nuestros ancestros la privación de sus derechos y libertades durante más de 300 años. Luego, en 1821, se proclamó la independencia del dominio español, pero lamentablemente esto no significó automáticamente la liberación de la opresión y violación de derechos. Los intereses individuales continuaron gobernando y la opresión tomó diferentes formas.
Tras numerosas dictaduras y conflictos internos, Guatemala logró recuperar la democracia, e incluso firmó los Acuerdos de Paz en 1996, poniendo fin a más de tres décadas de Conflicto Armado Interno; y aunque puso fin a la violencia armada, la violencia estructural ha seguido polarizando a la población.
Asimismo, a diferencia de países con democracias consolidadas como Suiza o Estados Unidos, la legitimidad de la democracia guatemalteca, en su forma representativa y presidencialista, ha sido cuestionada a lo largo de los años. Es importante destacar que hasta hace poco más de 30 años, en 1991, se produjo la primera transición pacífica de un gobierno civil elegido democráticamente a otro en nuestra historia.
Ciudadanas y ciudadanos guatemaltecos, aún nos queda mucho camino por recorrer. La economía, el sistema político y todos los aspectos que conforman nuestra sociedad requieren de nuestra participación activa y consciente en el proceso democrático. Pensemos, por un momento, en todas aquellas personas de antaño que algún día desearon que su voz y voto fueran tomados en cuenta, y no fue así… Guatemalteca, guatemalteco, ya sea por sus ancestros, por su familia o por su patria, debemos aprovechar la oportunidad que nos brinda la democracia actual para ejercer nuestro poder soberano, votar de manera informada, participar en la vida política y demandar la rendición de cuentas de nuestros representantes. Esto, sin dejarnos llevar por lo que la tía o la vecina chismosa nos dice de aquel o aquella candidata; es momento de elegir correctamente a aquellas personas que tienen la experiencia para llevar a Guatemala -y a los guatemaltecos- a donde merecen: a una nación desarrollada, próspera y en paz.
La democracia es un privilegio, pero también conlleva una gran responsabilidad. Como ciudadanos, debemos estar conscientes de que nuestras decisiones y acciones pueden tener un impacto significativo en el futuro de nuestra nación. Es nuestra responsabilidad cultivar una cultura de participación cívica, promover los valores democráticos y trabajar juntos para construir una Guatemala más justa, equitativa y próspera para todos (antes, durante y luego de las elecciones).
Puede que el panorama electoral en Guatemala aparente ser un caos; puede ser que la democracia no sea lo mejor que desarrollemos como organización y sistema político, pero como dijo una vez el general estadounidense George S. Patton, «no esperes a que las condiciones sean perfectas para comenzar.
Comienza ahora con lo que tienes y trabaja para crear las condiciones ideales.»
El futuro no se construye en un día, se construye cada día; y para que este futuro que tanto deseamos todos nosotros sea una realidad, debemos hacer en el presente aquello que es necesario para alcanzarlo. Este 25 de junio, comprometámonos a ser ciudadanos responsables y salgamos a votar conscientemente.
