Jóvenes por la Transparencia

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Meylin Guisela Mendizábal
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*Soy estudiante de Relaciones Internacionales y he asumido mi responsabilidad de acciones en dirección de una mayor igualdad. Creo firmemente que, intercambiando ideas, todos podemos alcanzar la libertad y justicia anhelada.

“Divide et impera”. Históricamente, este principio romano se utilizó de diversas maneras como una estrategia para crear o fomentar divisiones entre los individuos, para evitar alianzas que pudieran desafiar el poder de los gobernantes. En otras palabras, el concepto se refiere a una estrategia que rompe las estructuras de poder existentes, y, sobre todo, evita que pequeños grupos de poder se unan, fomentando la discordia entre el pueblo para evitar un levantamiento en contra de quienes implementan la estrategia.

Desde hace un tiempo, quería escribir sobre la discriminación, pero no encontraba las palabras correctas para hacerlo. Entonces, me di cuenta que no hay una manera para hacer este tema apacible, simplemente debo decirlo tal cual es: la discriminación produce un sentido de alienación de la población en general, desempoderamiento político y desigualdades económicas; lo que constituye un gran peligro para la paz y el desarrollo de la sociedad.

Ahora que planteé esto, te preguntarás ¿Qué tiene que ver lo primero con lo segundo? Ahora te explico. Leyendo a Michel Foucault comprendí que existe un tipo de discriminación institucional promovida por el gobierno, su fin es segregar a la población para ejercer el control social. Si lo analizamos bien, podemos reconocer claramente los vínculos entre corrupción y discriminación.
En Guatemala vivimos un ambiente donde el abuso corrupto del poder se expresa de varias maneras, y discrimina a las personas por motivos de edad, raza, etnia, creencias, género u otras características. Solo recordemos que entre 1960 y 1996, 23.671 personas fueron asesinadas o desaparecidas, dentro de las cuales, según el Informe Guatemala Memoria del Silencio, elaborado por la Comisión de Esclarecimiento Histórico, el 83% de las víctimas eran de la población maya. Y si vemos el panorama actual, pese a haber terminado “formalmente” el conflicto armado, la exclusión indígena continúa: es esta población guatemalteca la que vive por debajo del umbral de la pobreza, con acceso limitado a los servicios básicos y con una seria privación política de derechos; y no es un invento mío, hay muchos datos que lo respaldan.

Aunque algunos grupos parecen sufrir formas más persistentes de discriminación, en algún momento todos, por el simple hecho de ser quienes somos, hemos sido vistos de manera diferente o hemos sido juzgados, sin conocernos o entendernos. Esto, hasta cierto punto, nos ha quitado oportunidades o derechos, que perpetraron, transformaron y aislaron nuestra nación.

La segregación institucional nos silencia, permite que los funcionarios desvíen su compromiso con la sociedad guatemalteca y les garantiza impunidad. Prueba de ello es la cooptación de nuestro sistema judicial por las diferentes redes de corrupción, admitiendo ilegalidades y debilitando las instituciones que lo integran. ¿O me dirán que esto es falso y confían plenamente en el sistema de justicia nacional?

Entonces, para que la discriminación y la corrupción no descarrilen el compromiso que el desarrollo requiere para que todas y todos los guatemaltecos vivamos en un país de derecho no de hecho ¿Cuál es nuestro papel? ¿Cómo debemos responder? Inicialmente, es esencial que nuestras voces sean escuchadas. Debemos reconocer y exponer el hecho de que sí existe un vínculo entre estas dos grandes vertientes problemáticas.

Esto implica que los demás comprendan cómo estamos expuestos constantemente a una discriminación perpetrada por el Estado. Una vez conscientes de ello, más personas podrán ver el impacto en la vida real y la injusticia de lo que está sucediendo. Podremos luchar conjuntamente para poner fin a esta estrategia de poder; de manera que se abran espacios para introducir y hacer cumplir leyes eficaces contra la discriminación y la corrupción.

Quiero terminar reflexionando sobre lo que dijo Eleonor Roosevelt “Enfrentar raza contra raza, religión contra religión, prejuicio contra prejuicio. ¡Divide y conquistarás! No debemos permitir que eso suceda aquí”. Apropiándome de estas palabras, no permitamos que la discriminación nos deje atrás, ni que silencie nuestras voces. Unidos nuestro poder es mayor para combatir la corrupción.

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