René Arturo Villegas Lara

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René Villegas

En los inicios del siglo XX, Guatemala sostuvo dos guerras con El Salvador, que se conocen como las guerras totoposteras, porque a los soldados los alimentaba con totoposte, unos bodoques de regular tamaño, hechos de masa de maíz y sal. Estos totopostes evolucionaron a los “tamales de viaje” que los “romeristas” que iban a Sonsonate a ver a San Antonio del Monte o a Esquipulas a adorar al Cristo negro para el 15 de enero, llevaban como bastimento para un viaje a pie que duraba 14 días de ida y de regreso, sus tamales de viaje y unas diez libras de cecina por romerista. La historia registra dos guerras totoposteras: la primera que hizo el presidente Manuel Lisandro Barillas y la segunda que después protagonizó el presidente Estrada Cabrera, en 1906. En Chiquimulilla había algunos tenientes que supongo formaron fila en los contingentes guatemaltecos y obtuvieron los grados de tenientes; y cuando los licenciaron, además de los despachos y sus quepis, les permitieron conservar sus espadas. Recuerdo los nombres de los tenientes que sobrevivían en los barrios del pueblo: el teniente Lisandro Guevara, que tenía su espada colgada en la sala, rodeada de las fotos familiares, incluyendo la de Adelita. En el Barrio de San Miguel vivía otro teniente, don Chando Barrera, que tenía la prevención de guardar la espada en el tapanco, por aquello de la suspensión de garantías y que llegara la policía en busca de armas de toda clase. Una vez que salimos a dar serenata con Güicho Rosales, veníamos de donde don Chepe Paez y Güicho dijo que cantáramos una canción en el jardín don Chando, para la hija por supuesto; pero salió don Chando, blandiendo la espada y mandándonos a dar serenata a nuestras progenitoras. Y no solo eso: cuando Güicho y los demás salimos huyendo, al saltar un cimiento de piedra, la guitarra dio con una gran piedra y se partió en pedazos. La otra espada era la de don Julio Solórzano, solo que él contaba que tenía más adornos porque había llegado a capitán. Y en la aldea Los Cerritos, cuentan que don Manuel Pineda también conservaba su espada de teniente de la guerra del totoposte. También vivió en aquellos tiempos el capitán Lico Archila, solo que él no tenía espada sino una pistola que siempre la cargaba al cinto, como charro mexicano, pues contaba que anduvo con los unionistas en la batalla de Arrazola, para votar a Estrada Cabrera. Cuando se celebraba la feria de mayo, para el día de la Cruz, siempre se elegía una reina. Una vez fue electa la seño Maura González, que era nuestra maestra en la escuela primaria. La coronación se realizó en la sala del cine Morales, por aquello de los aguaceros que siempre mojaban las celebraciones. La coronación sería en el escenario del cine y la reina, al ritmo de la tradicional Aída, que medio chapuceaba la marimba de Colindres, pasaría entre cuatro jóvenes que desenvainarían las espadas de los héroes de la guerra del totoposte, quienes después de ruegos repetidos y para tan noble fin, accedieron a prestarlas, previo depósito de doscientos quetzales por espada. Cuando llegó el momento, apareció la reina y sus damas de compañía; entonces sonó la marimba y con el aplauso de la concurrencia, los pajes, con atuendos a lo Robin Hood, sacaron las espadas para formar un arco y que pasara la reina y su comitiva; pero, la espada de Chito González quizá estaba oxidada y se trabó cuando trató de sacarla. Por el murmullo de la gente no se oyó en toda la sala; pero, lo patojos embelequeros que estábamos cerca, cabal oímos cuando Chito dijo: “Ya se trabó esta mierda”.

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