Jóvenes por la Transparencia

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David Chávez*
davidalexanderch1@gmail.com

Un día después de la Revolución de 1944, las y los guatemaltecos reposaban con la satisfacción de haber logrado un cambio significativo para la historia del país y se apreciaba la esperanza de una nueva nación bajo un régimen que les permitiría vivir en un ecosistema democrático.

Muchos fueron los avances sociales que se alcanzaron, por ejemplo, se observó mayor participación ciudadana, por primera vez en toda la historia del país el voto de las mujeres fue tomado en cuenta y se vivía en libertad después de décadas bajo el poder militar.
Guatemala por fin experimentó cuál era el significado de vivir en democracia y no en un régimen autoritario.

Indiscutiblemente, después de 77 años de este acto revolucionario que vino a cambiar los roles de poder, vivimos en un país que pareciera ser autoritario, pero que le encanta disfrazarse de democrático, para mantener tranquila a la comunidad internacional. En la teoría se le conoce como un régimen híbrido.

Hay que entender que la democracia tiene doble legitimidad, la legal y la social, por ejemplo, un país formalmente puede denominarse democrático, plasmarlo en su Constitución y en el funcionamiento de sus instituciones públicas, pero socialmente la población no tiene el interés en comprender, valorar y estudiar los beneficios que esto conlleva.

En Guatemala, según la encuesta de Latinobarómetro 2018, en el tema de la democracia, el 48.2% de los jóvenes entre 18 a 30 años declaró sentir poca satisfacción con su funcionamiento.

1 de cada 6 preferiría un gobierno autoritario en circunstancias específicas.
La encuesta también indica que la desconfianza al Poder Ejecutivo llega al 43.7% entre jóvenes de 18 a 30 años. Casi 8 de cada 10 tiene poca o ninguna confianza hacia el Poder Judicial y para el Legislativo, se aprecia que aproximadamente 7 de cada 10 no confían en esta institución.

Un día después de la conmemoración de la Revolución de 1944, reflexionemos como ciudadanos lo terrible que significan estas cifras para la sociedad guatemalteca. No permitamos que los estigmas y las nefastas acciones de algunos actores políticos logren limitar nuestra participación, seamos generadores de cambio y establezcamos cuál es nuestra responsabilidad para que estas cifras se transformen positivamente.

No esperemos que los gobiernos nos solucionen todos nuestros problemas, porque no lo harán. La participación ciudadana es la clave, la democracia no es solo marcar cada cuatro años el logotipo de un partido político y depositar la papeleta para que cuente como un voto más.

El significado de la democracia es el compromiso que tiene la población para involucrarse en los procesos sociales que se presentan en los distintos escenarios.

La participación, principalmente de las juventudes, en todas las formas de hacer política es fundamental. Involucrarse en espacios que promuevan la auditoría social, cultura de fiscalización, incidencia social y educación ciudadana, contribuye significativamente al cambio.

Cabe destacar que en uno o dos años no lograremos eliminar por completo los estigmas que hoy se tiene sobre la forma de hacer política en Guatemala, sin embargo, somos los únicos responsables de que inicie el cambio. No contribuyamos al problema y aportemos soluciones.

Vivir en democracia significa vivir en libertad, pero esto tiene un precio y es el que nos involucremos.
–Soy estudiante de Ciencia Política, amante y defensor de la libertad y la propiedad– comprometido con el necesario cambio centroamericano.

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