Pedro Pablo Marroquín

pmarroquin@lahora.gt

Esposo, papá, abogado y periodista. ¡Si usted siempre ha querido un mejor país, este es su momento de actuar!

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Pedro Pablo Marroquín Pérez
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@ppmp82

Mucha gente con capacidad de incidir celebró la derrota de Manuel Baldizón en el 2015 como que fuera una victoria para Guatemala. Baldizón era, es y seguirá siendo un político que representa tan bien a esa clase que hace lo que la ciudadanía le deja y que ven los recursos del Estado como una fuente enorme de ingresos; no es el único de esa calaña.

Que no pasara a segunda vuelta generó algarabía aún y cuando se  sabía que las elecciones se habían celebrado con las reglas de siempre y que se debían esperar los resultados de siempre, valga la redundancia, sin importar quién resultaba ganador.

“Nos libramos de Baldizón”, se repetía.

Y ahora que el político regresa con todo y su cinismo tan peculiar y va para su casa a fraguar su regreso a la política y a consumar las venganzas que una vez juro con aquellos ciudadanos que invirtieron para que no fuera Presidente, la pregunta obligada es: ¿ya se dieron cuenta que un sistema de justicia viciado a veces “favorece” pero muchas más “perjudica”?

Hay gente honrada que ha caído en desgracia con Alejandro Giammattei y el Jefe de Jefes y me imagino qué sentirán de ver que, mientras ellos están viendo cómo pasan la inquina que les tienen, Baldizón empieza a gozar de las mieles de la cercanía que generó con el Jefe de Jefes por medio de sus hijos.

Ahora hace todo el sentido de por qué el caso de Testigo A quedó en la nada y las formas en las que Consuelo Porras y Rafael Curruchiche han manejado los casos que incomodan al círculo presidencial.

El problema va más allá de Baldizón, como lo fue en el 2015. El asunto es más profundo porque necesitamos un sistema de justicia independiente si queremos aspirar a ser un mejor país en el que se valore a la gente honrada, al inversionista serio y al soñador transparente.

La risa de Baldizón debe ser una alarma para entender que el sistema, como el Monstruo de Tito Monterroso, todavía está ahí cada vez que despertamos.

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