Oscar Clemente Marroquín

ocmarroq@lahora.gt

28 de diciembre de 1949. Licenciado en Ciencias Jurídicas y Sociales, Periodista y columnista de opinión con más de cincuenta años de ejercicio habiéndome iniciado en La Hora Dominical. Enemigo por herencia de toda forma de dictadura y ahora comprometido para luchar contra la dictadura de la corrupción que empobrece y lastima a los guatemaltecos más necesitados, con el deseo de heredar un país distinto a mis 15 nietos.

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Después de la visita de la Vicepresidenta de Estados Unidos a Guatemala, el gobierno de Giammattei empezó a enarbolar el tema de la soberanía, reclamando por lo que consideró intromisiones de Washington en temas específicos como la corrupción, lo que se manifestó con la integración de los listados de personajes que fueron incluidos en los reportes periódicos que hace el departamento de Estado y que se conocen como Lista Engel. El mismo Presidente no dejó pasar oportunidad para señalar que Guatemala seguía siendo aliado de Estados Unidos a pesar de que el gobierno de Biden “no lo quería”, e incrementó el acercamiento con los republicanos gracias a la ayuda de Taiwán que pagó el cabildeo.

En su último viaje, tanto en el discurso en Naciones Unidas como durante el intercambio con posibles inversionistas, no solo se dedicó a exaltar los “logros” de su gobierno, sino que puso especial énfasis en señalar la animadversión que hacia su gobierno mostraban las autoridades de Estados Unidos, reiterando lo que ha sido cantaleta, en el sentido de que se está afectando la soberanía, cosa que él no iba a tolerar bajo ninguna circunstancia.

En ese contexto, cualquiera hubiera pensado que si el presidente Biden organizaba una cena para los gobernantes presentes en Nueva York por la Asamblea General de Naciones Unidas, extendiendo invitación a todos, el mandatario guatemalteco iba a mostrar su testosterona, como a él le gusta decir, mandando al diablo al que, según él, abusa de su poder para interferir en asuntos propios de Guatemala, incluyendo en listados de corruptos a gente muy cercana al mismo Giammattei. Yo hubiera supuesto que, dado su temperamento, él hubiera publicado la invitación, haciendo una explicación de por qué no la aceptaba.

Obviamente, me equivoqué al suponer cuál sería la actitud de Giammattei porque no solo asistió al evento eminentemente diplomático, sino que a la hora de posar con ese “detestable líder del imperialismo” mostró uno de los más expresivos gestos de gusto y satisfacción que se le han visto a lo largo de su muy extensa y prolongada carrera política. Pocas veces los guatemaltecos habíamos tenido la oportunidad de verlo con una sonrisa que, literalmente, era de oreja a oreja, gesto que reflejó de manera precisa los sentimientos que en ese momento tan peculiar embargaban al gobernante.

Cierto es que mientras alegaba por la forma en que se pisotea nuestra soberanía, daba claras muestras de que estaba muy interesado en quedar bien con la Casa Blanca, tanto así que no solo fue a Ucrania para manifestar su distancia con los rusos de la alfombra, sino que se apresuró a expresar que Guatemala será de los países que pelearán con uñas y dientes si China agrede a Taiwán.

Y al mismo tiempo, destacó la cooperación que Guatemala mantiene con Estados Unidos, deteniendo caravanas migrantes que quieren pasar por el territorio y contribuyendo con la deportación de personas vinculadas al narcotráfico. Tampoco integró la lista del Zopilote, como había ofrecido, manteniendo su gesto de quedar bien con los agresores de nuestra soberanía.

Pero esa risa final lo dijo todo. Biden ya no es el mayor enemigo de Giammattei. Por lo menos hasta que se publique la siguiente lista Engel.

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