Oscar Clemente Marroquín

ocmarroq@lahora.gt

28 de diciembre de 1949. Licenciado en Ciencias Jurídicas y Sociales, Periodista y columnista de opinión con más de cincuenta años de ejercicio habiéndome iniciado en La Hora Dominical. Enemigo por herencia de toda forma de dictadura y ahora comprometido para luchar contra la dictadura de la corrupción que empobrece y lastima a los guatemaltecos más necesitados, con el deseo de heredar un país distinto a mis 15 nietos.

post author

Guatemala no se distingue por tener políticas ambientales dignas de tal nombre y lo poco que se logró al principio, cuando se creó el Ministerio de Ambiente, fue por la participación de expertos en la materia que hicieron significativos aportes para darle algún norte al nuevo despacho. Sin embargo, al poco tiempo todo se fue diluyendo porque, como pasa en el resto de las instituciones, los técnicos fueron desplazados por los que saben cómo hacer negocios y el lucro se convirtió en la prioridad de quienes las dirigen.

Ahora un diputado, que es hermano del Ministro de Ambiente, ha presentado un proyecto de ley en el que no se tomó el parecer de ningún experto en asuntos ambientales, porque la única intención es centralizar en ese despacho una serie de instituciones para que sea una especie de superministerio en donde se tendrán que realizar infinidad de trámites relacionados con temas como el uso del agua, protección de las cuencas y el ambiente forestal, lo que será una auténtica mina de oro para quien dirija el despacho.

Pero todo apunta, además, a que se trata de replicar el ejemplo que se ha dado en otros ministerios, en donde el despido de los técnicos y la contratación de allegados que saben cómo hacer plata, garantiza a quien los nombró dividendos que van más allá del período en el que ejercen el cargo. Y precisamente eso parece ser la principal intención que esconde el proyecto de ley que centraliza de manera desmedida el poder en una institución que ha sido débil e incapaz de cumplir siquiera con las obligaciones elementales en cuanto a la protección del medioambiente.

Si el rendimiento del ministerio hubiera sido significativo, posiblemente los mismos ambientalistas estarían dispuestos a apoyar la existencia de uno más sólido y con mayores competencias, pero basta ver nuestra incapacidad para establecer una política sobre el tratamiento de los desechos, en general, para entender que quienes han dirigido la política ambiental en el país no entienden ni tienen noción de lo que eso significa.

El mundo está sufriendo los efectos del descuido del medioambiente y el calentamiento global no es ningún invento sino una dramática realidad. Cierto que los países más desarrollados son los que más contaminan, pero al menos ellos cumplen con los acuerdos suscritos y están haciendo esfuerzos por revertir el daño. En cambio en Guatemala no hay una sola política ambiental de la que se pueda presumir en cuanto al cumplimiento concreto de fines elementales. Basta ver cómo le enviamos a Honduras tanta porquería por la ruta del Motagua para entender lo que se ha dejado de hacer en el tema ecológico.

Y en vez de reclutar más ambientalistas y expertos para darle una nueva y más efectiva dirección al Ministerio que está en manos de alguien que no tiene ninguna experiencia en el campo, lo que se quiere es convertirlo, tal y como está, en un gigantesco ente generador de ingresos para esa enorme e imparable corrupción que se ha enseñoreado para trastocar por completo los fines del Estado.

Artículo anteriorEl rechazo a la Iniciativa de Ley 6054
Artículo siguientePresupuesto electoral