Oscar Clemente Marroquín

ocmarroq@lahora.gt

28 de diciembre de 1949. Licenciado en Ciencias Jurídicas y Sociales, Periodista y columnista de opinión con más de cincuenta años de ejercicio habiéndome iniciado en La Hora Dominical. Enemigo por herencia de toda forma de dictadura y ahora comprometido para luchar contra la dictadura de la corrupción que empobrece y lastima a los guatemaltecos más necesitados, con el deseo de heredar un país distinto a mis 15 nietos.

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Cuando se tiene una historia tan rica como la que ha acumulado La Hora a lo largo de 101 años de una accidentada existencia que divide su vida en cuatro Épocas, uno puede pasarse la vida pensando en ese tormentoso pero rico pasado y los aportes que a lo largo de tantas décadas se han hecho en la lucha interminable por construir una Guatemala diferente y totalmente incluyente, que ofrezca a todos sus habitantes las oportunidades para lograr una vida digna producto del esfuerzo y el trabajo. Sin embargo, cuando vemos los retrocesos en el entorno y nos damos cuenta que hemos ido como el cangrejo y que en muchísimos temas estamos hoy peor que antes, cuando uno realiza que su generación ha perdido el tiempo porque no hemos logrado dejar a nuestros hijos y nietos un país mejor que el que encontramos, hay que seguir pensando en el futuro y en las enormes batallas que se nos presentan para lograr la realización de las metas y objetivos que han inspirado a quienes hemos tenido la responsabilidad de dirigir y preservar este medio de comunicación.

En el año 2012 disponíamos de algunos ahorros y con mi esposa decidimos invertirlos para ampliar nuestra planta de impresión y viajamos a Chicago en busca de equipo moderno que pudiera satisfacer nuestras necesidades. Viendo ese enorme mercado de rotativas y equipo accesorio nos sorprendió la forma en que se habían caído los precios y la enorme oferta que había, por todos lados, de maquinaria que no lograban vender los muchos distribuidores dedicados a ese negocio. Era resultado del surgimiento de la era digital que ya hacía destacar en el mundo de internet a muchos periódicos que estaban migrando a la edición electrónica y abandonaban, al ritmo de la demanda del público, la parte impresa.

Teníamos entonces una eficiente pero rudimentaria página de internet en la que se publicaban las noticias del día y fue en esa maravillosa ciudad de Chicago donde ambos, María Mercedes y yo, pensamos que era mejor regresar a Guatemala e invertir los recursos en hacer crecer nuestra parte digital, empezando una nueva era que se vio marcada por el enorme arraigo de la costumbre y nuestra dificultad para convertir nuestro trabajo cotidiano en algo tan ágil como lo demandaba la parte digital. En realidad el cambio de mentalidad vino hasta que la pandemia nos obligó a trabajar remotamente, fuera del horario rígido de la redacción y del cierre de la edición cotidiana y ese cambio de actitud se tradujo en un crecimiento exponencial de nuestros lectores, sorprendiéndonos la cantidad de gente joven que se convirtió en asidua lectora del medio.

Pero en la medida en que nosotros crecimos y avanzamos, el país se fue destruyendo. Si Jimmy Morales había sido una desgracia para el país, el de Giammattei fue un desastre, una auténtica tragedia por la forma en que se coludieron tantos sectores para asegurar la Dictadura de la Corrupción. Y como en el pasado, la adversidad nos inyecta energía y aumenta nuestro compromiso, con la diferencia que ofrece una audiencia muchísimo mayor que nos visita día a día desde el teléfono, la Tablet o la computadora y a la que nosotros empoderamos con información de calidad para hacer conciencia de lo que hay que cambiar en la patria.

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