Oscar Clemente Marroquín

ocmarroq@lahora.gt

28 de diciembre de 1949. Licenciado en Ciencias Jurídicas y Sociales, Periodista y columnista de opinión con más de cincuenta años de ejercicio habiéndome iniciado en La Hora Dominical. Enemigo por herencia de toda forma de dictadura y ahora comprometido para luchar contra la dictadura de la corrupción que empobrece y lastima a los guatemaltecos más necesitados, con el deseo de heredar un país distinto a mis 15 nietos.

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Hace unos días alguien me comentaba un artículo publicado en Guatemala en el que el autor se quejaba de la situación de Nicaragua luego de haber leído las declaraciones que ofreció en varios medios el periodista Fernando Chamorro y mostraba su sorpresa por el hecho de que el mismo sector privado hubiera sido puntal en el proceso de consolidación de la dictadura de los Ortega. Según quien me hizo el comentario, la gran diferencia que el autor veía con respecto a lo que ocurre en Guatemala es que aquí hay libertad de expresión y que cualquiera puede decir lo que piensa, mientras que Ortega y su gente no sólo han cerrado medios sino que han llegado a encarcelar periodistas que no se someten a sus dictados.

Ingenuos hay en todos lados, pero no darse cuenta de cómo esa alianza entre políticos y poderosos personajes se ha plasmado en un sistemático acoso a la prensa es algo así como el colmo de la ingenuidad. Aquí en Guatemala hace rato empezó a practicarse el cerco económico contra la prensa que denuncia la corrupción y lo puede ver cualquiera en la dramática reducción de los espacios publicitarios en medios que antes tenían que imprimir más de 100 páginas para dar cabida a los anuncios. Y para quienes no dependían del anuncio comercial también se dispuso otros mecanismos para tratar de asfixiarlos económicamente y no son novedad ni algo extraño las acciones penales que se dirigen contra los periodistas utilizando los más ridículos argumentos.

La dictadura es dictadura y cuando no es una dictadura personal sino corporativa, como pasa en Guatemala, los instrumentos que se utilizan pueden ser distintos, pero los objetivos que persiguen son los mismos. Hay poderosas alianzas estructuradas en las que se dispone incrementar ese cerco económico con la finalidad de poner de rodillas a los medios, con el agregado de que una vez cruzado cierto límite ya no basta con el arrepentimiento de las empresas periodísticas porque el castigo se mantiene precisamente por haber rebasado esa línea. El tema del financiamiento electoral, que es el meollo del modelo de cooptación del Estado, dio lugar a bruscas reducciones de pauta publicitaria y hay al menos un caso en el que los dueños, preocupados por la baja de anuncios, decidieron ir a pedir perdón y prometer que no volverían a cometer el error de publicar ciertos nombres, pero ni siquiera humillándose lograron volver a las pautas que antes tuvieron.

Por eso es que decimos que se debe generar información veraz para empoderar a la gente, para que el ciudadano entienda claramente lo que no se ve a primera vista, para que el guatemalteco se dé cuenta de qué rumbo le han impuesto al país y cómo es que cuando quiera o necesite hacer valer sus derechos no encontrará ante quien recurrir porque todo el sistema de justicia está al servicio de quienes tienen el control de la corrupta situación.

Preservar la libre expresión y la libre información es un reto crucial porque en la medida en que la ciudadanía comprenda en qué clase de hoyo nos han metido será posible la articulación de esfuerzos para acabar con el pernicioso modelo.

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