El presidente, Alejandro Giammattei y Joviel Acevedo en una actividad de 2020. Foto La Hora

La política educativa del país, reflejada en la propuesta presupuestaria elaborada por el ministerio de Educación, se basa única y exclusivamente en satisfacer el insaciable apetito de las huestes de Joviel Acevedo y el Sindicato que dirige. Los incrementos que se hacen en las asignaciones para cubrir las necesidades de la cartera no están pensados en mejorar la calidad y cobertura de la enseñanza para nuestros niños, sino simple y sencillamente en satisfacer a quienes se caracterizan por haberse convertido en una pieza clave para apuntalar el régimen de corrupción e impunidad. Lejos están los días en que el magisterio nacional era el referente de las luchas por la niñez y por la libertad en Guatemala porque el gremio fue cooptado y se acomodó en el marco de un modelo al que la niñez le importa muy poco.

Tenemos la mitad de nuestros niños desnutridos y eso bastaría para que cualquier maestro con vocación fuera un activista incansable para combatir ese flagelo que marca para siempre a generaciones enteras de guatemaltecos. No digamos la vergüenza que les debiera provocar el reconocimiento que tenemos un modelo incapaz de siquiera preparar en lo básico a nuestra niñez y la juventud que apenas si entiende matemáticas y apenas si sabe leer y escribir. Pero no les da vergüenza porque reciben gustosos el cheque cada año más jugoso producto de los asquerosos pactos colectivos que dejan millones en la bolsa de los dirigentes que los negocian y que comprometen a todo un gremio a ser la fuerza de choque para defender a los corruptos que tienen cooptado al país.

Van y vienen autoridades en el ministerio de Educación y el resultado siempre es el mismo. Abandono y deterioro sin visión que proyecte una reforma educativa que sea hecha pensando en nuestra niñez, es decir en el futuro de la Nación. El único trabajo que hacen las autoridades es negociar esos asquerosos pactos colectivos que se convierten en camisa de fuerza porque no sólo incrementan los costos en el pago de maestros, sino que aseguran privilegios que se traducen en una eficiencia cada vez menor en la atención de las necesidades de los escolares.

¿Hasta cuándo, Guatemala, dejaremos que te sigan destruyendo tu futuro? Finalmente no es sólo culpa de esas autoridades inútiles, sino de una ciudadanía que agacha la cabeza aún sabiendo el pernicioso efecto de la ausencia de una verdadera política de educación que apunte a abrirle oportunidades a nuestros niños partiendo no sólo de una enseñanza efectiva, sino del combate al flagelo de la desnutrición.

Redacción La Hora

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