Oscar Clemente Marroquín

ocmarroq@lahora.gt

28 de diciembre de 1949. Licenciado en Ciencias Jurídicas y Sociales, Periodista y columnista de opinión con más de cincuenta años de ejercicio habiéndome iniciado en La Hora Dominical. Enemigo por herencia de toda forma de dictadura y ahora comprometido para luchar contra la dictadura de la corrupción que empobrece y lastima a los guatemaltecos más necesitados, con el deseo de heredar un país distinto a mis 15 nietos.

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Ya sabemos que los discursos de los presidentes de estos países en el seno de la Asamblea General de Naciones Unidas están escritos y se pronuncian para que los puedan difundir luego en sus países y por lo tanto el peso internacional de los mismos es realmente muy poco. La queja de Giammattei contra Estados Unidos por tener consumidores de droga no borra la implicación de muchos de sus aliados en la protección del narcotráfico, como tampoco sus quejas sobre la inequidad en el tema de las vacunas borra el negocio de las vacunas rusas. Y el mundo no va a cambiar porque él haya dicho en tono enérgico que los países ricos tienen que tender la mano a los pobres para ayudarlos pero sin condiciones, sin meterse en los asuntos internos de cada país, respetando la libre determinación de los pueblos y la soberanía. Pero él tuvo el descaro de agregar que deben respetar nuestro sistema democrático, lo que debemos entender como el respeto a la cooptación del Estado que se hace a partir de cómo compran a los presidentes desde que son candidatos y someten a diputados y alcaldes para que sean sirvientes de la corrupción y para que elijan magistrados, tanto de la CC, como de la CSJ, Salas de Apelaciones y Tribunal Supremo Electoral, para manosear nuestro modelo democrático y que todo sea puesto al servicio de la impunidad.

En el fondo, aunque lo sepan, los presidentes de los países pequeños sienten que por estar en el centro de la Asamblea General de Naciones Unidas están hablándole no sólo a todos sus colegas del mundo sino a la humanidad entera. Y se les nota en el tono y en la forma en que van hilando sus palabras, como si realmente tuvieran un momento de suprema gloria para que el mundo se dé cuenta de cuán talentosos pueden ser para leer lo que otros les escriben.

En el caso de Giammattei este año fue su debut en la Organización de Naciones Unidas porque el año pasado la Asamblea no se verificó presencialmente y nuestro gobernante anduvo de arriba para abajo, haciendo a saber qué porque el manejo de la pandemia lo había dejado tirado mucho antes de septiembre del año pasado y se produjo cuando dijo que cada quien viera cómo se salvaba y qué hacía ante el virus que se propagaba.

El concepto de soberanía y respeto es tan manoseado como el de democracia. Los mismos que hoy reclaman respeto a la soberanía eran los que andaban haciendo cabildeo en Estados Unidos para acabar con la CICIG y el mismo Giammattei se pasó buen tiempo antes de tomar posesión jurando a los gringos que sería un hombre útil para su causa de combate al narco y la migración. Ofreció el oro y el moro y se sentía poderoso cuando gente del departamento de Estado y del departamento de Justicia se reunían con él y le escuchaban sus patrañas.

Sus compromisos de campaña le impidieron cumplir pero una alfombra llena de pisto fue el acabose de su relación con los gringos, a los que ahora detesta como detesta a tanta gente porque sus meros allegados son muy pocos y además muy demandantes. Y como no podía hablar de la alfombra, fue de plañidera a clamar por la soberanía y el respeto a nuestra ridícula democracia.

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