Oscar Clemente Marroquín

ocmarroq@lahora.gt

28 de diciembre de 1949. Licenciado en Ciencias Jurídicas y Sociales, Periodista y columnista de opinión con más de cincuenta años de ejercicio habiéndome iniciado en La Hora Dominical. Enemigo por herencia de toda forma de dictadura y ahora comprometido para luchar contra la dictadura de la corrupción que empobrece y lastima a los guatemaltecos más necesitados, con el deseo de heredar un país distinto a mis 15 nietos.

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Luego de la marimbeada que les pegaron los republicanos al doctor Anthony Fauci y a la doctora Rochelle P. Walensky por haber llegado con mascarilla a dar testimonio ante una comisión en el Congreso, donde les dijeron que todos los que estaban en el salón habían sido vacunados y que por lo tanto no hacía falta el uso de ese sencillo instrumento de protección y que era un show utilizarlo, en cuestión de horas los encargados de los Centros de Control de Enfermedades (CDC) emitieron la nueva regulación en la que se establece que todos los vacunados pueden estar tanto al aire libre como en lugares cerrados sin mascarilla, lo que ha generado que muchos Estados norteamericanos hayan dispuesto eliminar por completo el uso de los llamados tapabocas.

Estados Unidos apenas tiene 38% de personas totalmente vacunadas y 48% de la población tiene ya al menos la primera dosis pero hay una notable resistencia a aplicarse la vacuna no sólo por razones políticas inspiradas por el absurdo de que proteger la salud atenta contra la libertad individual, sino por incontables teorías de conspiración que van desde asegurar que la vacuna inocula un chip para que el Estado pueda seguir paso a paso a los ciudadanos, al estilo del Gran Hermano (Big Brother) hasta la afirmación de que como fue aprobada tan rápidamente no es un medicamento que esté científicamente probado.

La disposición de los CDC establece que las personas totalmente vacunadas pueden estar sin mascarilla en cualquier sitio, lo cual se justifica en el sentido de que la mayoría de vacunas que se aplican ofrecen inmunización con arriba del 90 por ciento de protección. Pero resulta que como efecto de lo dispuesto por el CDC cualquiera puede estar en cualquier sitio sin mascarilla, aunque no esté vacunado y pueda contagiar a mucha gente, porque no se exige en ningún sitio la prueba de que se recibieron las dos dosis, en el caso de la Pfizer y la Moderna, o la dosis única de Johnson & Johnson, ni de la fecha en que fue inyectada para corroborar que la persona ya alcanzó la inmunización total.

Estados Unidos está a las puertas del verano y se esperan muchísimas actividades al aire libre luego de un año de restricciones, lo que hará que exista mucho mayor contacto. Hoy en día las iglesias, los cines, instalaciones deportivas y cualquier otro tipo de evento multitudinario se están realizando sin mascarilla, dentro de la “nueva normalidad” dispuesta por los CDC que tiene a su favor la evidencia de que, al día de hoy, hay una reducción importante del número de casos y alguna gente sostiene que la decisión tenía la finalidad de hacer sentir a los incrédulos o rebeldes que vacunarse tiene sentido.

Pero si no se demanda que la gente pueda portar su tarjeta de vacunación para demostrar que por estar totalmente vacunado puede estar sin mascarilla en cualquier lado, el riesgo de repuntes obviamente aumenta si los que no se vacunan y están expuestos pueden andar como si nada en el lugar donde quieran.

Después de lo que pasó con Trump y la actuación del CDC que se le puso de alfombra, a mí me preocupa que se siga el mismo parámetro de dejarse llevar más por criterios políticos que por los científicos.

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