Luis Fernando Bermejo Quiñónez

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Desde hace unas semanas he apreciado que algunos comentaristas y columnistas están promoviendo el voto nulo en estas elecciones como protesta contra el sistema y como una señal de desacuerdo con los politiqueros que tanto daño le hacen al país. Sin embargo, me parece un grave error promover el voto nulo en esta coyuntura. Me parece que en la coyuntura electoral más que protesta lo que haría la promoción del voto nulo es facilitar que algunas opciones indeseables, pero punteras puedan acceder más cómodamente al poder.

En términos generales, los que promueven el voto nulo razonan que ante la desconfianza en la conducción de las elecciones, los desmanes y resoluciones contradictorias del Tribunal Supremo Electoral (TSE) y de las Cortes, a lo cual debe adicionarse la existencia de una oferta electoral que incluye exfuncionarios cuestionables, candidatos con condenas en el extranjero, indeseables e incluso funcionarios con investigaciones en curso por narcotráfico, es desmoralizante y pareciera atractivo el “voto de protesta” en contra del sistema. Sin embargo, las “emociones” son malas consejeras. Existen mejores formas de canalizar el descontento en contra del putrefacto sistema político.

El artículo 237 de la Ley Electoral y de Partidos Políticos (LEPP) en su parte conducente indica: “…Será nulo todo voto que no esté marcado claramente con una X, un círculo u otro signo adecuado, cuando el signo abarque más de una planilla, a menos que esté clara la intención de voto, o cuando la papeleta contenga modificaciones, expresiones, signos o figuras ajenas al proceso. El voto nulo tiene validez jurídica, a efecto de determinar la repetición de la elección.” En línea con lo anterior el artículo 196 establece que “…Si el voto nulo obtuviere la mayoría requerida, se repetirá la elección en los casos que procediere, efectuándose un domingo del mes de octubre del mismo año.” Cuando se discutió la reforma de los artículos para regular el voto nulo y sus efectos el proyecto estatuía que los partidos debían postular candidatos distintos en caso se repitiera la elección. Sin embargo, de forma mañosa eso se cambió para no establecer la obligación legal de los partidos de postular distintos candidatos.

¿Entonces de qué sirve el voto nulo? Mi opinión es que de poco. Quizá sea una “conquista” ciudadana pero la figura con nuestro sistema electoral y la fraccionada oferta electoral existente es ineficaz. Con posiblemente veinte partidos con binomios presidenciales y ofreciendo candidaturas a diputados en los listados, el voto nulo, al ser votos válidos, lo único que harán es aumentar, no reducir, la posibilidad de que las opciones punteras pero con porcentajes bajos del electorado total, puedan pasar a segunda vuelta. Analícelo bien ciudadano.

¿Qué sugiero? Pragmatismo. En este sombrío ambiente electoral estimado lector, infórmese sobre los candidatos. Estudie las opciones, su vida, trayectoria, planes y las personas que conforman su equipo. Lea lo que ha escrito. Entérese de sus posturas y declaraciones. Averigüe en que creen. En el caso de los presidenciables, estudie sus propuestas pero también analice las planillas de diputados que conforman la oferta del partido. Si algún candidato presidencial le parece mejor, pero su planilla de diputados no, entonces vote “cruzado”. Entérese. Ejerza su liderazgo y forme la opinión de otros que pueden estar dubitativos de a quien darle su voto. Sea parte del liderazgo informal del país e influya positivamente. Pero no ejerza el voto nulo. Si no existiera una partidocracia tan marcada en el país, el voto nulo pudiere tener alguna utilidad. Actualmente no. Por ello ejerza inteligentemente el voto y no le haga las cosas más fáciles a las opciones corruptas que pueden capitalizar con su “voto nulo de protesta”.

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