Luis Fernandez Molina

luisfer@ufm.edu

Estudios Arquitectura, Universidad de San Carlos. 1971 a 1973. Egresado Universidad Francisco Marroquín, como Licenciado en Ciencias Jurídicas y Sociales (1979). Estudios de Maestría de Derecho Constitucional, Universidad Francisco Marroquín. Bufete Profesional Particular 1980 a la fecha. Magistrado Corte Suprema de Justicia 2004 a 2009, presidente de la Cámara de Amparos. Autor de Manual del Pequeño Contribuyente (1994), y Guía Legal del Empresario (2012) y, entre otros. Columnista del Diario La Hora, de 2001 a la fecha.

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Es casi seguro que los padres de Mariano hayan vivido en La Antigua y realizado el éxodo a la Nueva Guatemala de la Asunción en 1776 tras los terremotos de Santa Marta. No se sabe la fecha de su nacimiento, se estima que en 1793, como tampoco de sus padres biológicos. Por razones ignotas tomaron la deplorable decisión de dejar al crío abandonado en el portal de una vivienda. Se murmuraba que era hijo de un alto eclesiástico pero nunca se supo. En todo caso el apellido Gálvez lo debe a la bondadosa doña Gertrudis de Gálvez, dama acomodada y de sociedad que lo acogió como propio.

Fue educado por religiosos en el Colegio San José de los Infantes y todo indica que era alumno aventajado. Es de suponer que sus primeras correrías era a través de las casas que se levantaban y para ver los avances en la construcción de la colosal Catedral Metropolitana en el lado poniente de la gran Plaza de Armas. Sus primeros amigos habrán sido jovencitos del círculo social más importante de la capital del reino de Guatemala.

El adolescente Mariano vivió en una época muy agitada. Las primeras noticias que habrá escuchado -acaso sin entender- daban cuenta de las tropelías que se estaban cometiendo en Francia, donde habían tenido la osadía de decapitar al rey y la reina y si ello no fuera suficiente habían constituido la que llamaban República Francesa. ¡Increíble! ¿Hasta dónde iban a llegar esos monstruos enemigos de la civilización? Con las limitaciones de entonces pudo seguir los avances de un pequeño general francés que estaba conquistando a los demás reinos europeos. Hasta España, la madre España, había sido invadida.

Para ese entonces tenía unos 18 años y era un joven muy despierto e inteligente, muy al pendiente de las noticias políticas. Guatemala era entonces una parte, un apéndice, del gran imperio de las Españas que tenía su sede en el Madrid donde reinaba la agitación por los cambios constantes en la geo-política europea y también de Las Indias. En 1810 se conoció la noticia del levantamiento en todo el territorio mexicano. El país del norte estaba en guerra pues los españoles mandaron contingentes para reprimir los intentos independentistas. Muy parecidas las crónicas que llegaban del Perú, Colombia, Chile, la Argentina. En fin, toda la América Hispana era un caldero en ebullición, era un mundo en transformación en el que Mariano quería ser protagonista.

Fascinado por los avatares políticos tan candentes e inclinado por el derecho y las letras Mariano se inscribió en la facultad de Ciencias Jurídicas de la Universidad de San Carlos, a pocas cuadras de distancia de su casa. Aunque hijo adoptivo era de familia de clase alta por ello es fácil es de suponer que los intereses políticos de Mariano se decantaban por los de los sectores de la sociedad con quienes se codeaba. Su apariencia igualmente era “muy europea”, la de un caballero bien vestido como puede apreciarse en las reproducciones que aparecen en los billetes de veinte quetzales, con sus tupidas patillas y el elegante rizo sobre la frente. Bajo esa divisa conservadora destacó por su diligencia e lucidez. Sus primeras actividades públicas las realizó como síndico del ayuntamiento y profesor universitario.

A pesar de ser “patojo” estuvo en el Palacio de Gobierno ese memorable 15 de diciembre de 1821; acudió en representación, nada menos que, del Claustro de Doctores y extendió su voto en favor de la independencia y de que se levantara el acta que habría de documentar tan magna ocasión. A sus 25 o 26 años tenía apenas un par de años de haberse graduado como doctor en Leyes y gozaba de mucho reconocimiento, especialmente en el círculo conservador. Poco después de la independencia sobrevino otro gran debate: la decisión de mantenerse independientes o bien anexarse a México. El primer gobernante de las provincias independientes, Gabino Gaínza, designó a Gálvez como secretario de la Junta Consultiva que debía resolver respecto de la “invitación” que hiciera Agustín de Iturbide. Los conservadores apostaban por un gobierno federal fuerte y querían ampliar sus mercados por medio de una gran unidad económica; los liberales desconfiaban de los poderes centrales y querían implementar sus políticas sin interferencias de una nueva metrópoli (lo que significaría un mero cambio de Madrid a México). La mayoría de votos, entre ellas la de Gálvez, fue por la incorporación al imperio mexicano y de esta forma apenas gozamos de plena independencia menos de un año.

Perp el Imperio de Iturbide -como gigante con pies de barro- se estaba derrumbando. Como consecuencia, las provincias de Centroamérica debían tomar nuevamente otra decisión trascendental. ¿Qué forma de gobierno se adoptaría? Se convino en el formato federal para mantener unidos a los cinco estados. Mariano Gálvez fue de los principales y más influyentes en la confección de la Constitución de la República Federal de Centroamérica, en 1823.

En los días de la independencia hubo algunas manifestaciones a favor (pocas realmente), pero no se registra ninguna en contra de tamaña deslealtad contra su majestad (ni siquiera del representante del Rey). Era claro que todos querían la separación aunque por distintas razonees: los conservadores querían tomarel control de los asuntos políticos y, sobre todo, económicos y los liberales querían sacudir el lastre de 300 años de vida colonial. Estos últimos estaban más motivados y ganaron los primeros rounds. Destacaron los hermanoos Barrundia y Cepeda, Manuel Arce, Marino Gálvez y por supuesto, Francisco Morazán. Algunos cambios eran positivos, como abolir la esclavitud, el tributo indígena; repartos de tierra. Le birlaron la primera presidencia federal al conservador Cecilio del Valle y procedieron con los cambios: muchos y muy rápido. En el estado de Guatemala colocaron a Mariano Gálvez, quien había dado un giro de 180 grados en su ideología, fenómeno que también se ha dado en muchos personajes históricos.
Los liberales trataron de modernizar la federación pero sus reformas fueron muy bruscas (divorcio civil, juicio de jurados, reducción de latifundios, educación laica, entre otros). La reacción de los conservadores no se hizo esperar. Atacaron a Gálvez por todos los frentes, incluyendo la propaganda negra, “fake news”* (propagar el cólera morbus) y provocaron una división entre los liberales* al punto que José Barrundia, connotado liberal, confabuló con el mismísimo demonio, de apellido Carrera,* para botar al presidente. Finalmente renunció el 31 de enero de 1838. La estafeta cambió de manos.
** Nihil novum sub sole.

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